A pesar de estas diferencias, existen características comunes: tienen experiencia profesional en negocios (72%), formaban parte del banco antes de ser nombrados en su cargo (88%), cuentan con formación específica en la materia (71%); y cubren otros roles adicionales (81%), como: la relación con inversores, la exposición crediticia o el gobierno corporativo, entre otros. No obstante, tal y como apunta el informe, su función primordial es definir la estrategia de sostenibilidad del banco para generar retornos financieros competitivos que impacten de forma positiva en la sociedad y el medio ambiente, pero también son agentes de cambio, que conducen y gestionan el cambio cultural interno para que los empleados entiendan esta transición.
“La sostenibilidad ha pasado a convertirse en un elemento protagonista dentro del panorama bancario. No se trata de una moda sino de una realidad que ha llegado para quedarse. La emergencia climática y medioambiental, así como la presión de la sociedad en general, empujan a las entidades financieras a apoyar la aceleración de la transición. De ahí la generalización en el nombramiento de un responsable único para liderar la materia (CSO), por parte de los bancos” señala Rodrigo Pérez, Socio de Risk Advisory de Deloitte. “Este nuevo rol del CSO como líder de sostenibilidad juega un papel clave debido a los grandes retos a los que se enfrenta (i.e. presiones regulatorias, expectativas de los stakeholders, etc.). Esta figura requiere aunar un balance entre negocio, dirigiendo la estrategia de sostenibilidad para aprovechar las nuevas oportunidades, a la vez que comunicar esta nueva dimensión en un lenguaje común, garantizando que el mensaje llegue correctamente a todos”, añade.
Mientras que los mandatos y las funciones específicas de los CSO pueden variar entre sí, existe una consistencia entre las prioridades de estos responsables. El estudio indica que los objetivos de los bancos y sus responsables en materia de sostenibilidad son: en primer lugar, proveer oportunidades de aprendizaje al staff -al existiruna carencia de equipos con destrezas múltiples- y fijar la estrategia de sostenibilidad de la entidad (89% en ambos casos), seguido de generar compromiso con los grupos de interés (sociedad civil, ONG y grupos de activistas) y aumentar la sostenibilidad interna del banco (86% en ambos); y, en tercer lugar, definir el proceso de reporte (82%).
En cuanto a los recursos, la mayoría de los encuestados por Deloitte y la EBF (93%) reconoce que cuenta con los recursos y colaboradores necesarios para afrontar su labor actual. Y la mitad de ellos (54%), también asegura que ya colabora con otros departamentos dentro de sus compañías. No obstante, de cara a futuro manifiestan que necesitan mayor autonomía y poder para liderar la estrategia de sostenibilidad, actuar como una palanca del cambio en la efectiva transformación cultural de la organización y orquestar las acciones del resto de departamentos en materia de sostenibilidad, integrándolas en las actividades diarias del CSO y en la estrategia ESG global que se haya definido.
En cuanto a los retos a los que se enfrentan los CSO, una vez identificados, se ha medido cómo evolucionarán en el tiempo. Ponderándose su nivel de exigencia a corto (1 a 3 años), medio (3 a 5 años) y largo plazo (más de 5 años). Aunque no hay conclusiones generales, sí se pueden ver algunas tendencias comunes para algunos de ellos.
Un ejemplo de crecimiento exponencial es la presión del mercado que podría tomar una mayor importancia con el tiempo. Como tendencias lineales, encontramos los retos de presión regulatoria, oferta a los clientes, estrategia y personal que mantendrán su protagonismo en los tres horizontes. Por último, como tendencia a la baja encontramos la tecnología y los datos, cuya importancia en el corto plazo es la más alta y por ello es normal que disminuya a largo al ser el reto prioritario en el horizonte más cercano.
“Los datos jugarán un papel fundamental en la consecución de un futuro net zero y en los retos que tiene el CSO, siendo el principal reto en sí mismo la falta de estos”, apunta el socio de Deloitte. “No tener un dataset completo y de calidad impide una buena definición de la estrategia de sostenibilidad, una comunicación clara de los resultados a los stakeholder, así como la capacidad de disponer de una oferta de productos y servicios competitiva, la gestión óptima de los riesgos, o cumplir con exigencias regulatorias, es decir, afecta a todas las metas de la transición verde”, asegura y añade: “Además, esta falta de datos lleva a un entorno incierto y poco transparente, en contra del fin del EU Action Plan, donde el CSO ha de hacer de guía. Por el contrario, la disponibilidad y uso sencillo de los datos, junto con la tecnología, por ejemplo a través de la inteligencia artificial (AI) y Distributed Ledger technology (DLT), y la regulación, serán las llaves para gestionar de forma adecuada el proceso ”, concluye el socio de Deloitte.
El 82% de los responsables de sostenibilidad reporta directamente al más alto nivel de gestión de su organización, bien sea el Comité Ejecutivo, a los miembros del Consejo o a la C-Suite; mientras que el 14% lo hace a un grupo de interés dentro de su departamento, el cual a su vez responde ante la alta dirección. Más de la mitad opina que informar a estas capas directivas es efectivo. Cuanto más alto reportan dentro del organigrama, más optimistas son con la utilidad e importancia de ello – de este porcentaje a favor, el 40% informa al Comité Ejecutivo o a un miembro del Consejo y otro 40%, al consejero delegado (CEO).
En cuanto a la relación con el CEO, la mitad de los encuestados declara que se reúne mensualmente con este, mientras que un cuarto asegura hacerlo semanalmente. Todavía existe margen para aumentar la frecuencia de este reporte, siendo ésta la dirección a seguir para poder reforzar la figura del CSO, ampliando su presencia y capacidad de comunicación, lo que le permitirá en última instancia abarcar sus crecientes retos.
El rol del CSO requiere de un balance entre la visión de negocio, conduciendo la estrategia de sostenibilidad de la organización para aprovechar las nuevas oportunidades que están surgiendo en este ámbito, y comunicar el plan de acción en un lenguaje que sea comprensible por todos los miembros de la organización, de manera que sea eficaz dicha estrategia.
En el sector bancario, este está evolucionando, su función nunca había requerido de tantas responsabilidades y de capacidades tan variadas y fundamentales a las que se le exigen hoy en día. A futuro, se señalan las siguientes buenas prácticas a proponer: ser capaz de liderar el cambio necesario hacia la sostenibilidad -con foco en temas de ESG relevantes para la entidad-; de orquestar a los diferentes departamentos implicados con una visión completa que genere un compromiso efectivo con los principales stakeholders; y tener la habilidad de adaptarse al horizonte actual con metas ambiciosas, una profunda fragmentación de la regulación europea y una medición de resultados con información incompleta.
A pesar del protagonismo y las crecientes expectativas puestas en la sostenibilidad en el sector bancario, la intensidad de involucración actual no es la misma a todos los niveles de la organización. La labor del CSO va más allá de transmitir las regulaciones o expectativas ESG, debe realizar un intenso trabajo de concienciación desde la base – empleados- hasta lo más alto de la organización, lidiando con un contexto dinámico y exigente que son los stakeholders. De ello depende que las entidades sean capaces de transformarse óptimamente a nivel operativo, en línea con lo que se espera de los pioneros en el sector.