La delicada coyuntura actual derivada de la crisis del Covid-19, lejos de poner freno a la solidaridad, la ha incrementado. De hecho, el 20% de las candidaturas presentadas están vinculadas a paliar la emergencia social, sanitaria o económica derivada de la pandemia y se han desarrollado durante o después del estado de alarma declarado en el mes de marzo, lo que reafirma la importancia de los jóvenes como palanca de cambio. En cada una de las 75 candidaturas presentadas al certamen participan grupos de alumnos de una o varias universidades.
En esta edición se observa un aumento de los proyectos nacionales, frente a las iniciativas destinadas a la cooperación internacional, una circunstancia que se explica porque la pandemia ha obligado a muchas universidades a cancelar o suspender temporalmente sus acciones de voluntariado. Aun así, el 33% de las iniciativas que han concurrido este año se desarrollan fuera de nuestras fronteras, en países de África, Asia o Latinoamérica, principalmente, y se centran en proporcionar recursos sanitarios, educativos o alimenticios a las poblaciones locales.
El 67% de las iniciativas restantes transcurren en España y, principalmente, se desarrollan en la Comunidad de Madrid (48%), Galicia (8%), Andalucía y Castilla-La Mancha (7%, respectivamente). En consonancia con estos datos, la Comunidad de Madrid lidera la participación de universitarios, con alumnos procedentes de 21 universidades.
Con una dotación de 35.000 euros distribuidos en seis galardones (10.000 euros para el primer premio y 5.000 euros para los otros cinco proyectos finalistas), los premiados se darán a conocer a principios del mes de febrero del próximo año.
La selección de los proyectos finalistas será realizada por un jurado compuesto por los miembros del Patronato de la Fundación Mutua Madrileña que valorará los trabajos teniendo en cuenta unos criterios cualitativos y cuantitativos. Entre los primeros, primará, entre otros, el grado en que la acción de voluntariado mejora la vida del colectivo o ámbito beneficiario, así como la aportación de enfoques innovadores en la actividad. Entre los segundos se tendrá en cuenta el volumen de estudiantes implicados, el tiempo destinado a la actividad o el número de personas beneficiadas, entre otros.
En la pasada edición, el primer premio recayó en el proyecto “Summercamp Battambang”, impulsado por 25 alumnos de diversas universidades madrileñas, en colaboración con la ONG Sauce.
Los otros cinco proyectos finalistas fueron “Vets for África-Mejora Ganadera en Benga, Malawi”, realizado por estudiantes de veterinaria de la Universidad CEU Cardenal Herrera, junto a la Fundación Emalaikat; “La llave de las mil puertas”, promovido por voluntarios de varias universidades españolas en colaboración con la ONGD Alkaria; “Actividades de ocio para niños y jóvenes con discapacidad”, impulsado por alumnos de distintas universidades españolas, en colaboración con la Fundación Masnatur; “Jóvenes para jóvenes”, puesto en marcha porestudiantes de la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad Francisco de Vitoria, en colaboración con la Asociación Helsinki España y “Boanoite”, desarrollado por jóvenes de las Universidades de A Coruña, Santiago de Compostela y Vigo, junto con la Asociación Social Boanoite.
A pesar de la difícil coyuntura provocada por la pandemia, las universidades españolas impulsaron durante el curso escolar 2019/2020 un 10% más de proyectos de voluntariado que el año anterior. Así lo constata el VIII Estudio sobre Voluntariado Universitario elaborado por la Fundación Mutua Madrileña, en el que participaron 34 universidades españolas, públicas y privadas, el 42% del total de centros en España. En total, los centros encuestados impulsaron 2.071 iniciativas de voluntariado en las que colaboraron más de 21.000 alumnos.
Además, el 76% de las universidades encuestadas promovió acciones específicas de voluntariado durante el estado de alarma para ayudar a los colectivos más vulnerables. Las acciones centradas en el acompañamiento y ayuda a colectivos vulnerables (mayores, personas con discapacidad y familias en riego de exclusión social); los programas de refuerzo escolar para menores; y la elaboración o donación de equipos de protección (mascarillas, geles hidroalcohólicos, pantallas, etc.) han sido las acciones más frecuentes.