Para los jóvenes españoles (16-26 años), la comunicación a través de las redes se ha convertido en fundamental, ya que o todo pasa en el universo 2.0 o las cosas que ocurren fuera se gestionan en dentro de éste. Entonces, quien no participa en dicha dinámica relacional es considerado “raro” o “independiente”.
Dos caras de la misma moneda
El estudio también desvela que la teoría de los ‘nativos digitales’ (que presupone que los jóvenes nacen enseñados en el campo de Internet) no tiene fundamentos sólidos, y que el hecho de estar en redes sociales les exige un esfuerzo de aprendizaje continuado. Esta necesidad de alfabetización digital viene por la necesidad de compatibilizar el yo real con el yo virtual .
Estas dos realidades –la interacción presencial y la virtual–, que se complementan la una a la otra, deben ser coherentes y equilibradas, en ningún caso contradictorias. Los adolescentes afrontan el constante reto de compatibilizarlas y gestionarlas, por lo que en ningún caso consideran aceptable mentir en la exposición online, por ejemplo. Tampoco contemplan las dos caras de la moneda como sustitutivas, ya que para sentirse ‘in’ deben cultivar sus relaciones cara a cara y las que se dan en el mundo virtual.
Una huella impersonal pero duradera
La necesidad de esta doble relación tiene algunos riesgos preocupantes: una dedicación completa a las redes sociales puede aislar el joven del entorno más cercano (principalmente la familia). El ‘ruido comunicacional’ (charlas simultáneas, chats grupales, etc) suele provocar conversaciones de baja intensidad, superfluas y despersonalizadas.
Además, el lenguaje escrito online permite la revisión y corrección del mensaje para controlar la respuesta y así proyectar una imagen más pausada y consciente de uno mismo de la que quizás es en realidad. Los adolescentes son conscientes de que estas interacciones dejan huella (las conversaciones por Facebook o WhatsApp quedan guardadas y se pueden rememorar).
Ventajas e inconvenientes
Según el estudio, los jóvenes sienten la necesidad del estar siempre presente (localizables, disponibles “por si ocurre algo”), lo que les puede llevar a superar los límites deseables de un uso normalizado. También aceptan las desventajas que supone la comunicación online (pérdida de intimidad, obligatoriedad de exposición y dependencia a las nuevas tecnologías), porque les aporta muchos otros beneficios: eliminar la vergüenza o la timidez, facilitar las relaciones multitudinarias e incluso a distancia, democratizar el flirteo…
En resumen, que ellos mismos confiesan que sin las TICS se sentirían aislados, incomunicados, incompletos y que no sabrían como rellenar la rutina, integrarse o socializarse. Asumen la dependencia que les puede provocar el universo 2.0 sin preocupaciones, ya que la consideran propia de los tiempos que corren.