“En primer lugar, hay que comprender que la ‘lucha’ de la que hablamos no es contra la naturaleza, sino contra nuestros propios malos hábitos, desigualdades, injusticias e infraestructuras deficientes e inadecuadas, que impiden a nuestra sociedad buscar soluciones sostenibles y resilientes a los problemas de sobrepoblación y cambio climático. Una vez que comprendemos que nuestra ‘lucha’ es en verdad un esfuerzo colectivo de autoconocimiento, revisión de valores y reestructuración social, conseguimos comprender mejor el tamaño del desafío. Para frenar el cambio climático necesitamos cambios sociales profundos y permanentes, que no se pueden realizar de la noche a la mañana”. Así de contundente es la opinión, a título personal, del profesor Ikerbasque en el Basque Centre for Climate Change (BC3), Sérgio Henrique Faria, al ser preguntado por la situación en la que se encuentra la lucha contra el cambio climático.
Las emisiones de gases de efecto invernadero disminuyeron un 2% el año pasado en toda la Unión Europea, en comparación con los niveles de 2021, según las estimaciones publicadas en el último informe “Tendencias y proyecciones” de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA). Sin embargo, a pesar de los avances logrados en reducción de emisiones, energías renovables y eficiencia energética, el informe advierte de que es urgente acelerar las medidas para cumplir los ambiciosos objetivos climáticos y energéticos de la UE.
Ahora que el grueso de la legislación de la UE en materia de clima y energía en el marco del paquete de medidas “Objetivo 55” ya está en vigor, la UE y sus Estados miembros trabajan para cumplir los objetivos. A medida que las emisiones de gases de efecto invernadero retomaban una trayectoria descendente tras la recuperación en 2021 de la pandemia de COVID19, los Estados miembros también notificaron un mayor nivel de ambición para las reducciones de 2030 y miles de políticas y medidas nacionales para cumplir los objetivos en materia de clima y energía.
Más concretamente, el informe de la AEMA, publicado en enero de 2024, asegura que la Unión Europea ha reducido las emisiones netas de gases de efecto invernadero, incluida la aviación internacional, en un 31% en comparación con los niveles de 1990, fomentando al mismo tiempo el crecimiento económico.
En este sentido, la directora de la Fundación Empresa y Clima, Elvira Carles, asegura que “mi posición es optimista a nivel europeo, lo vivo muy de cerca y conozco todo el esfuerzo que se está haciendo. Creo que sí, cuando nos marcamos unos objetivos para el 2020 los cumplimos con creces a nivel europeo, y los objetivos que tenemos en estos momentos de una reducción a nivel europeo del 55% para 2030, que son mucho más ambiciosos, creo que sin duda se van a cumplir. Lo que nos proponemos al aumentar la ambición de un 55% a un 62% creo que también es posible que lo cumplamos.”
Pero las organizaciones ecologistas no ven el dato tan positivo. Tanto es así que el responsable de la campaña de Cambio Climático de Greenpeace España, Pedro Zorrilla Miras, lamenta que “la tendencia es muy negativa y muy preocupante. A nivel mundial, estamos en una situación muy grave porque seguimos emitiendo. Cada año se emite más que el anterior y eso lo vamos a notar durante cientos de años porque los gases de efecto invernadero permanecen mucho tiempo en la atmósfera”.
Pero la responsable del programa de Clima y Energía de WWF España, Mar Asunción, quiere huir del pesimismo al afirmar que “en la lucha contra el cambio climático no es posible dar cabida al pesimismo porque nos jugamos mucho como humanidad. Es cierto que con las medidas actuales no estamos encaminados a cumplir los objetivos, y además éstos no son lo suficientemente ambiciosos para asegurar que nuestra contribución a la lucha contra el cambio climático nos posicione en la senda de no superar el umbral de aumento de temperatura de 1,5ºC en este siglo, que es lo que marca la ciencia para librarnos de los peores impactos del cambio climático”.
Ante la discrepancia de cifras, el profesor Ikerbasque en el Basque Centre for Climate Change (BC3), Sérgio Henrique Faria, opina a nivel personal que “si se desea, siempre se puede seleccionar indicadores y métricas convenientes que pasen la impresión de que los objetivos están siendo alcanzados. Pero no me parece que estamos en el camino de realmente alcanzarlos de forma responsable, justa y sin trampas. Hay demasiada presión de diversos lobbies (energía, combustibles, agricultura, construcción, etc.) contra la acción climática justa y sostenible. Además, la actitud agresiva de la gran mayoría de los gobiernos contra las movilizaciones populares por la acción climática es un síntoma muy negativo de falta de voluntad”.
De todos los expertos consultados, la más optimista en torno al trabajo realizado es la directora de Fundación Empresa y Clima, Elvira Carles, que considera que “en la lucha contra la emergencia climática Europa continúa siendo el piloto y referente a nivel mundial. Es decir, todas las políticas que se han estado implementando en los últimos años y las que están previstas para los próximos años en Europa, están siendo replicadas por otros países. Por ejemplo: los mercados de compraventa de derechos de emisión; hace años que ya funciona a nivel europeo y ha sido replicado en otras zonas del planeta. Y, últimamente en políticas como por ejemplo el impuesto de carbono en frontera que hay algunos países que ya también lo están implementando”. A lo que Pedro Zorrilla Miras matiza: Europa y Estados Unidos sí que están reduciendo emisiones, pero el incremento del resto de los países compensa las reducciones alcanzadas”.
Según el informe de la AEMA, para alcanzar el objetivo de reducción de emisiones de 2030, el ritmo de reducción anual de las emisiones de gases de efecto invernadero en Europa debería duplicarse con creces en comparación con el progreso anual observado desde 2005. Es necesario que las emisiones se reduzcan más rápidamente sobre todo en el caso de las procedentes del transporte por carretera, la construcción, la agricultura, los residuos y las pequeñas industrias, todas ellas contempladas en el Reglamento de reparto del esfuerzo. Las reducciones del consumo de energía y el crecimiento de las energías renovables deben acelerarse aún más para alcanzar los objetivos de 2030 incluidos en la Directiva sobre eficiencia energética y la Directiva sobre fuentes de energía renovables recientemente adoptadas.
Al mismo tiempo, el informe indica avances notables en ámbitos específicos. Aunque la energía eólica y la solar tenían una presencia modesta en el sector eléctrico en 2005, su cuota estimada en la producción de electricidad superó el 20% en 2022. El reciente despliegue de la energía solar ha sido especialmente notable, ya que creció un 28 % a lo largo de 2022. El informe también señala un notable aumento de las ventas de bombas de calor durante 2022 y el aumento de la cuota de los vehículos eléctricos, que representaron un 22% del total de ventas de automóviles nuevos el año pasado.
En marzo de 2023, los Estados miembros notificaron más de 3 000 políticas y medidas para alcanzar los objetivos en materia de energía y clima. Según sus previsiones, las medidas ya aplicadas en toda Europa conducirían a una reducción del 43% en 2030 de las emisiones netas totales de gases de efecto invernadero, incluida la aviación internacional, mientras que otras medidas que se están planificando actualmente impulsarían las reducciones hasta el 48%. El año pasado, los Estados miembros solo preveían una reducción total del 41%, lo que indica un aumento conjunto de la ambición en toda Europa en el último año. Sin embargo, aún quedaría un desfase de siete puntos porcentuales respecto al objetivo climático del 55% fijado por la UE para 2030.
Después de un arduo debate que alargó las negociaciones, en diciembre, la COP 28 concluyó con el acuerdo global para dejar atrás los combustibles fósiles de forma justa, ordenada y equitativa para lograr las cero emisiones en 2050, aprobado por casi 200 países. Un acuerdo que, aunque descafeinado para algunos, el presidente del Grupo Español para el Crecimiento Verde (GECV), Gonzalo Sáenz de Miera, destacó que “por primera vez se ha hecho un llamamiento expreso al abandono de combustibles fósiles bajo condiciones estrictas: acelerar la acción climática en esta década, alcanzar emisiones netas cero a 2050 y fundamentar la acción en la ciencia”.
Otros puntos clave que contempla el llamado Acuerdo de Dubái son: triplicar la capacidad global de energías renovables y duplicar la tasa media anual mundial de mejora de la eficiencia energética en 2030; acelerar la disminución progresiva del uso de energía basada en carbón; avanzar hacia sistemas energéticos con emisiones netas cero a nivel mundial, utilizando combustibles de baja o nula emisión de carbono antes o alrededor de mediados de siglo; acelerar el desarrollo de tecnologías de emisiones cero y bajas, como energías renovables, energía nuclear, y tecnologías de captura y almacenamiento de carbono, especialmente en sectores difíciles de reducir; o reducir sustancialmente las emisiones de gases distintos al dióxido de carbono a nivel mundial, con un enfoque en la reducción de las emisiones de metano para 2030, entre otros.
No obstante, la actual coyuntura geopolítica puede tener un impacto en el objetivo de alcanzar la neutralidad climática. Tal y como opina el profesor del BC3, Sérgio Henrique Faria, estamos ante “un círculo vicioso que los científicos ya han estado alertando hace décadas, pero que los lobbies han estigmatizado como ‘alarmista’. La coyuntura geopolítica actual está profundamente marcada e impulsada por el cambio climático y esa misma coyuntura dificulta mucho alcanzar la neutralidad climática. Hay que romper ese círculo vicioso”.
En la misma línea la portavoz de WWF destaca que “el creciente impuso belicista que estamos viviendo, unido a una polarización cada vez mayor y a un resurgir del retardismo y el negacionismo climático, supone el riesgo de desviar la atención y recursos necesarios para abordar la emergencia climática hacia la militarización. En un tema como la lucha contra el cambio climático, donde la cooperación internacional es crucial, se requiere contextualizar el reto de civilización que debemos afrontar, y priorizar la transición energética y la adaptación al cambio climático”.
A la hora de fijar la vista en China y Estados Unidos, la directora de la Fundación Empresa y Clima considera que “China que es el primer emisor del planeta, pero es cada vez más eficiente. Por poner un ejemplo, en 2023 ha implementado más energía fotovoltaica que todo el resto del mundo durante el año anterior 2022. Con lo cual, actualmente China está haciendo muy bien los deberes”. Con respecto a Estados Unidos, la experta destaca que “las políticas actuales son muy buenas y también están haciendo los deberes. Esperemos que a finales de este año no haya ningún cambio de color político y sigan en esta senda. Si hay un cambio de líder político, probablemente EEUU no hará los deberes”.
Menos optimista se muestra Mar Asunción al destacar que “desde el comienzo de la Revolución Industrial, Estados Unidos ha emitido más carbono a la atmósfera que cualquier otro país. En los últimos años, la economía china, ha superado a Estados Unidos como principal emisor de carbono del mundo. Si Estados Unidos, China, y el resto de los países industrializados no actúan con mayor urgencia para reducir drásticamente las emisiones de carbono, nuestro planeta enfrentará daños enormes e irreversibles”.
El “Informe Brecha Emisiones” de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (NUMA) del pasado noviembre plantea que, a nivel mundial con las políticas vigentes, el aumento de temperatura global estaría por encima de 3ºC respecto a los niveles preindustriales. “Las promesas de cero emisiones netas para 2050 no se consideran fiables en la actualidad: ninguno de los países del G20 está reduciendo las emisiones a un ritmo coherente con sus objetivos de cero emisiones netas. Incluso en el escenario más optimista, la probabilidad de limitar el calentamiento a 1,5°C es sólo del 14% a menos que los niveles de emisiones en 2030 se reduzcan mucho más. Es necesario aumentar significativamente la aplicación de medidas y políticas en esta década para evitar un sobrepaso significativo por encima de los 1,5°C”, añade la portavoz de WWF.
El sector energético, debido a su uso de energías como petróleo, carbón y gas, es uno de los mayores contribuidores al calentamiento global. Según Greenpeace, unas 90 empresas son responsables de casi las dos terceras partes de las emisiones mundiales. Solo 20 de ellas, todas dedicadas a los combustibles fósiles, emiten el 35% de todos los gases de efecto invernadero del mundo.
De ahí que Gonzalo Sáenz de Miera, presidente del GECV, resalte “la importancia del acuerdo para alcanzar el objetivo de triplicar la capacidad renovable y duplicar las mejoras en eficiencia energética en 2030 -rubricado en Dubái-. Esta transición es urgente, es necesaria y es posible”. Saénz de Miera recuerda que “el cumplimiento de los objetivos de renovables y eficiencia energética acordados en la COP 28 es viable económicamente y permitirá disfrutar de un suministro energético competitivo y seguro. Tenemos las tecnologías, lo que hacen falta son políticas que aceleren la transición energética y trabajar entre todos en alianzas”. No obstante, el experto señala que “es fundamental que estos compromisos que se han acordado se traduzcan en políticas y marcos regulatorios que proporcionen las señales adecuadas para dinamizar el ingente volumen de inversiones necesarias a lo largo de toda la economía”.
Así pues, la revolución energética es el camino. Con las energías renovables, el ahorro y eficiencia energética, la electrificación, la gestión de la demanda, la integración y la inteligencia, una profunda reforma del sistema eléctrico y del transporte se conseguirá paliar los efectos del cambio climático, generar puestos de trabajo y reducir los costes de electricidad. “Necesitamos prescindir de los combustibles contaminantes y de la energía nuclear y aumentar la participación de la ciudadanía para que se beneficie de la transición renovable”, asegura Greenpeace.
No obstante, Sérgio Henrique Faria considera que poner el foco en la electrificación es importante, pero no suficiente. “Hay que asumir una actitud holística, que incluya no solo la energía y electrificación, sino también las infraestructuras, los residuos, e incluso el ambiente de trabajo, para que los trabajadores también participen de modo motivado en las reducciones de emisiones”.
En este sentido, Elvira Carles se muestra convencida de que la mayor parte de los esfuerzos empresariales se centran en ser más eficientes energéticamente y electrificar más los procesos, sobre todo utilizando energía renovable. “Es importante porque la mayor parte de las emisiones que se generan en la industria y en las empresas son energías debidas a los consumos energéticos, pero también es verdad que hacen muchas cosas más. Por ejemplo, hay sectores como el cementero, que están incorporando en sus procesos, en sus instalaciones, la captura y almacenamiento de carbono. Es decir, sí, la mayor parte de los esfuerzos empresariales se centran en la energía, que es la parte más emisora, pero también se está invirtiendo en otros procesos como lo es el de captación de gases, etc.”.
En el mismo sentido, Mar Asunción, de WWF, recuerda que es imperativo que la neutralidad climática se lleve a cabo en todos los sectores. “En particular, es urgente acelerar los esfuerzos en el sector del transporte y la agricultura. También es importante aumentar la capacidad de eliminación de CO2 y acciones de adaptación para hacer frente a los impactos que ya están ocurriendo”.
Precisamente, el último informe “Tendencias y proyecciones” de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) advierte que la oportunidad de poner en marcha las decisiones y tecnologías adecuadas es limitada, por lo que es imperativo que la neutralidad climática se tenga en cuenta en las políticas dirigidas a muchos sectores. En particular, el informe subraya que es urgente acelerar los esfuerzos en el sector del transporte y la agricultura de cara a 2050, que hasta ahora han ido a la zaga de otros sectores en la reducción de emisiones, y menciona la contribución crucial de aumentar la capacidad de eliminación de CO2 dentro del sector del uso de la tierra, el cambio de uso de la tierra y la silvicultura.
En España en los últimos años la lucha contra el cambio climático se ha posicionado como prioridad a nivel político con un extenso marco normativo. Sin embargo, “la ambición del objetivo de reducción de emisiones para 2030 es insuficiente, incluso con el aumento de ambición que figura en la revisión del Plan Integrado de Clima y Energía (PNIEC) que pasa del 23% al 32%”, opina Mar Asunción. Y añade: Respecto a las energías renovables, ha habido un importante despliegue, pero todavía está pendiente de que se establezcan zonas prioritarias y zonas excluyentes para la implantación de las mismas, y así evitar la presión que están suponiendo algunas instalaciones sobre la biodiversidad y comunidades locales”.
Por su parte, las empresas tienen un importante papel a jugar en la lucha contra el cambio climático. El profesor Sérgio Henrique Faria considera que “antes de nada, las empresas deben evitar y denunciar el greenwashing. En los próximos años esas prácticas fraudulentas serán cada vez más identificadas y condenadas a través del litigio climático. Por eso, una estrategia legitima y honesta de reducción de emisiones es la mejor estrategia a largo plazo”.
Y también pone el acento en la innovación sostenible. “Es fundamental, pero sería un gran error asumir una visión estrecha y tecnocrática de que la tecnología va a resolver la crisis climática. El cambio climático es ante todo un problema social y su solución requiere acciones sociales. Por eso, las empresas deben buscar proximidad a sus comunidades y contribuir a las necesidades locales, regionales y nacionales de las acciones sociales (cambio de hábitos, lucha contra la desigualdad y el desperdicio, etc.). La innovación sostenible que buscamos es fundamentalmente una innovación social, con ingredientes de innovación tecnológica, y no lo contrario”, añade.
Por su parte, la portavoz de WWF considera que lo primero de deben hacer es conocer su impacto en las emisiones realizando un inventario de los Gases de Efecto Invernadero que supone su actividad, tanto directas como indirectas, establecer objetivos basados en la ciencia para reducir dichas emisiones en 2030 y desarrollar planes y medidas para alcanzarlos. Comprometerse a la neutralidad climática como muy tarde en 2050 y preferiblemente en 2040. Publicar los objetivos y la trayectoria para alcanzarlos, así como llevar a cabo una evaluación continuada de si la tendencia es la adecuada para conseguirlos.