Reportaje > 17/05/2022

Cuando la danza se convierte en un elemento de inclusión social

El viernes 29 de abril se conmemora el Día Mundial de la Danza, un día que permite visibilizar el arte más inclusivo y la faceta más humana que se esconde detrás del bailarín. Un día para reivindicar la valía de los artistas, que son capaces de romper barreras y estereotipos demostrando sobre el escenario su talento artístico.

Desde hace años el arte se ha convertido en un vehículo de cohesión, igualdad e integración en la sociedad. Aquellas disciplinas que antes eran vistas como un acto de demostración artística, son también vistas ahora como un elemento indispensable en la rutina diaria de muchas personas con discapacidades físicas y/o psicológicas. 


El Día Mundial de la Danza es un buen escenario en el que compartir y demostrar la validez de los bailarines, su integración, su desarrollo profesional y romper estereotipos. Artistas como la bailarina sevillana María José Moya, que a pesar de sufrir poliomielitis desde la infancia disfruta de “la vida y la magia” que le brinda la danza. 


 


Un impulso hacia el futuro


Impulsar y canalizar el talento artístico de los bailarines es un factor determinante, sobre todo para aquellos que quieren profesionalizar su trayectoria. Lo que para algunos es una válvula de escape en el día a día, para otros es su propio proyecto profesional para iniciar una trayectoria laboral en un futuro. Gracias a la existencia de programas de financiación y becas, muchos jóvenes con discapacidades diversas han sido capaces de alcanzar sus metas. 


Testimonios como el de la bailarina Andrea Pinilla, que a pesar de tener Fibrosis Quística quiere dedicarse plenamente a la danza y formarse profesionalmente en el sector. Andrea ha conseguido seguir con sus estudios reglados de Danza Clásica en el Conservatorio de Zaragoza mediante la beca SuperArte de la Fundación Grupo SIFU. Se trata de un programa de becas que nació en 2019 y que impulsa la trayectoria artística de jóvenes con diversidad funcional.  


Las becas SuperArte permiten potenciar la trayectoria profesional de los becados para que puedan seguir formándose, creciendo artísticamente y facilitando su acceso al mundo laboral. De este modo, consiguen desarrollar el talento de los artistas, imponer el conocimiento y el aprendizaje para luchar contra la discapacidad. En definitiva, normalizar su día a día a través del arte más inclusivo, que permita el fomento de la inclusión social y laboral, creando así herramientas de largo recorrido. 


Además de acompañar la trayectoria de futuros bailarines, las becas SuperArte también potencian el talento de los jóvenes músicos con diversidad funcional. Como por ejemplo Antonio Belmonte, un músico albaceteño diagnosticado de Trastorno del Espectro Autista (TEA) y con una discapacidad del 67%, que ha podido completar sus estudios del conservatorio y es intérprete especialista en contrabajo.


Eric Díaz, que como Joel tiene Trastorno del Espectro Autista (TEA), ha logrado estudiar un grado profesional de música en el Conservatorio de Vic. Antonio y Eric son solo algunos ejemplos de cómo las becas SuperArte de la Fundación Grupo SIFU permiten identificar talento, potenciarlo y ponerlo en valor, facilitando el acceso a la formación en ámbitos como la danza y la música. 


El arte es capaz de humanizar la figura del artista, de poner en valor su talento y demostrar que una discapacidad no es un impedimento para el desarrollo de ninguna actividad cultural. El arte es superación, coraje y valentía. Así son los artistas con los que colaboramos. Únicos.

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