Reportaje > 08/05/2022

La inversión sostenible alcanza una velocidad de crucero

La Inversión Sostenible y Responsable ha alcanzado los 345.314 millones de euros gestionados en España durante 2020, lo que ha supuesto un incremento del 21% respecto a 2019 y, por primera vez, los activos ASG (54%) superan a los tradicionales. Así se recoge en el estudio “La Inversión Sostenible y Responsable en España 2021”, elaborado por Spainsif con el patrocinio de DWS. El impulso legislativo del Plan de Acción de Finanzas Sostenibles de la UE, la concienciación y madurez de los inversores y el desarrollo de la dimensión social de la inversión ASG para superar el impacto de la COVID-19 han propiciado su crecimiento durante el último año en España, alcanzando una cifra récord.

Precisamente, durante la presentación del “Estudio Anual Spainsif 2020”, el director general de Spainsif, Francisco Javier Garayoa, señaló que “el Plan de Acción de Finanzas Sostenibles y la legislación serán los mayores impulsores de la Inversión Sostenible durante los próximos años, con la aprobación del Reglamento de Taxonomía, la modificación del Reglamento de Divulgación de Finanzas Sostenibles (SFDR, por sus siglas en inglés), el proceso de revisión de la Directiva de Información No Financiera que pasa a denominarse Corporate Sustainability Reporting Directive (CSRD) o el impulso del Bono Verde Europeo”. También destacó el aumento de la inversión minorista frente a la institucional, que ha pasado del 19% al 21% en 2020.


Ante esta realidad, la directora general de Allianz Global Investors en España y Portugal, Marisa Aguilar, considera que estamos ante una revolución dentro del sector financiero en general y en el de la inversión y la gestión de activos en particular. “Responde a una mayor demanda por parte de los inversores institucionales, pero también a un fuerte impulso regulatorio y a una clara toma de conciencia por parte de los inversores particulares, que van incorporando la sostenibilidad dentro de sus decisiones de compra y, ahora también, de inversión”.


El Plan de Acción de Finanzas Sostenibles y la legislación, los mayores impulsores de la ISR


En la misma línea se pronuncia la responsable de Desarrollo de Negocio de BlackRock para España, Portugal y Andorra, Isabel Vento, que identifica tres factores que están detrás de la cada vez mayor implantación de la inversión socialmente responsable. “El primero es la legislación, ya que 2021 ha sido el primer año con la normativa SFDR en vigor y hemos constatado que ha tenido un gran efecto de catalizador en este tipo de inversión. El segundo es la creciente constatación empírica de que la sostenibilidad no está reñida con los retornos financieros, sino que, por el contrario, mejora los resultados en el medio y largo plazo. Finalmente, el tercero de estos factores consiste en la también cada vez mayor comprensión que tienen los inversores de los riesgos climáticos como riesgos fundamentales que hay que tener en cuenta a la hora de tomar decisiones de inversión”. 


 


El impacto legislativo


Los inversores institucionales tienen responsabilidad fiduciaria y deben asignar capital a empresas con políticas de sostenibilidad claras.  Ello requiere integración ASG, identificando compañías y gobiernos con actividades sostenibles, diálogo y ejercicio del voto, así como transparencia con los clientes respecto a huella medioambiental, controversias, gobernanza y Objetivos de Desarrollo Sostenible. Además, poco a poco, el marco regulatorio se va aclarando para el inversor.  Tal y como afirma, en este sentido, el director general de Pictet AM en Iberia y Latam, Gonzalo Rengifo, “en la revisión de la directiva MiFID II, para que un producto pueda ofrecerse como sostenible, debe incluir una proporción mínima de inversiones sostenibles, alineadas con la taxonomía de la UE e informar las principales incidencias adversas.  Lo cumplen los fondos bajo el Art. 9 del Reglamento de Divulgación de Finanzas Sostenibles, por integrar factores ASG y tener objetivo sostenible”.


Simultáneamente, la Comisión Europea ha aprobado las normas que recogen las actividades económicas que contribuyen a la adaptación o mitigación del cambio climático. Y, en este punto, Gonzalo Rengifo añade: “Se irá actualizando con otros cuatro objetivos medioambientales: uso sostenible y protección de recursos hídricos y marinos, transición a una economía circular, prevención y control de la contaminación, así como protección y recuperación de la biodiversidad y los ecosistemas.  Está previsto que cuando entre en vigor la propuesta de otra Directiva, de divulgación de información corporativa en sostenibilidad, alrededor de 40% de las cotizadas -responsables de 80% de las emisiones directas de gases de efecto invernadero-, deberán evaluar si sus actividades contribuyen sustancialmente a alguno de los objetivos ambientales de la taxonomía.  Por su parte, desde 1 de enero de 2022, gestoras y fondos deben informar su grado de adecuación con el Reglamento de Taxonomía y presentar en junio de 2023 un primer informe de principales indicadores de impacto adverso respecto al año anterior”.


La irrupción de una mayor legislación provoca que el marco regulatorio se aclare para el inversor


A loque el responsable global de inversión sostenible de La Française, Laurent Jacquier-Laforge, añade que “la taxonomía es una iniciativa europea que permite a los actores tener un marco de referencia común; identificar las actividades alineadas con el acuerdo de París y establecer los requisitos para que las actividades corporativas sean consideradas sostenibles. También es un medio para que los reguladores luchen contra el greenwashing o lavado verde y protejan a los inversores individuales”. “Esta normativa aún no ha influido claramente en la demanda de los inversores, pero ha provocado un fuerte aumento del número de fondos sostenibles. De ahí el objetivo de las múltiples normativas: utilizar la financiación para facilitar la transición a una economía sostenible y con bajas emisiones de carbono, asegurándose al mismo tiempo de que no se coloca a los inversores, es decir, que se produce un greenwashing”.


Por su parte, la directora de impacto en Portocolom AV, Ana Guzmán, opina que “la legislación europea de finanzas sostenibles va a suponer, desde nuestro punto de vista, uno de los mayores efectos transformadores de la industria de gestión de activos, tras la primera Ley de Instituciones de Inversión Colectiva que puso las bases para el desarrollo de la industria. No obstante, todavía queda un largo camino por recorrer hasta que la taxonomía esté completamente desarrollada, las empresas sean capaces de reportar conforme a la taxonomía, y los participantes del mercado financiero digieran la avalancha de información y la nueva manera de asesorar a los clientes y gestionar productos , no sólo pensando en niveles de riesgo, rentabilidad objetivo, horizonte temporal y liquidez, sino en cómo estas decisiones se adecúan a lo que se establece como actividades sostenibles”


A lo que la directora general para España y Portugal de Schroders, Carla Bergareche, matiza que “disponer de una taxonomía y de una norma de información empresarial adecuada puede ayudar a medir, gestionar y divulgar los riesgos de sostenibilidad a nivel de cartera de inversiones. También puede dar a los inversores un mayor grado de confianza a la hora de asignar dinero a las actividades que se consideran más sostenibles. Por ello, los reguladores y los responsables políticos están haciendo de la transparencia la prioridad número uno de las finanzas sostenibles”.


Así pues, la regulación de las finanzas sostenibles sigue evolucionando a un ritmo vertiginoso, opina Carla Bergareche. De hecho, “aunque en Europa, con la normativa SFDR, es algo predominante, cada vez se está ‘extendiendo’ más a otras regiones. Los reguladores de servicios financieros de todo el mundo están desarrollando marcos para fomentar el flujo de fondos hacia inversiones sostenibles. Esto ha favorecido que los activos gestionados con criterios de sostenibilidad hayan aumentado con bastante rapidez, alcanzando la marca de 2 billones de dólares por primera vez en el primer trimestre de 2021”, según datos de Morningstar.


Además, a nivel legislativo, Gonzalo Rengifo, de Pictet AM, recuerda que en 2021 la Comisión Europea ha presentado borrador de taxonomía social para distinguir inversiones que respetan criterios sociales, como derechos humanos, acceso a una vivienda digna, trabajo digno, educación, salud, brecha salarial y de género y trato a trabajadores, lo que se extiende a las cadenas de suministro, según normas y estándares internacionales.


Ante todo este maremágnum legislativo, la subdirectora de Estrategia y Responsable de Inversión Sostenible en España y Portugal de J.P. Morgan Asset Management, Elena Domecq, recuerda que “la Unión Europea está a la vanguardia de los esfuerzos de regulación global y merece ser elogiada por haber llamado la atención internacional sobre el riesgo climático.  Creemos que el foco de la regulación hasta la fecha se ha centrado en canalizar capital hacia actividades que ya eran ecológicas. Sin embargo, la transición ecológica probablemente necesitará un mayor foco en esa parte más amplia de la economía que todavía no es ecológica, pero tiene potencial de serlo en el futuro. Además, seguimos recomendando, en la medida de lo posible, el alineamiento internacional de los estándares. Los desafíos que presenta el riesgo climático son globales y exigirán una respuesta coordinada globalmente”.


 


El papel del inversor


A la hora de diseñar el perfil del inversor que apuesta por las finanzas sostenibles, Elena Domecq, de J.P. Morgan Asset Management, considera que no hay un perfil típico. “Como con cualquier otra inversión, los inversores tienen diferentes niveles de tolerancia al riesgo y expectativas de resultados distintas. Sin embargo, vemos que a medida que los inversores reconocen el impacto que la financiación puede tener no sólo en nuestra economía, sino también en nuestro entorno y en nuestra sociedad, quieren asegurarse de que el resultado no va a contribuir a hacer un mundo menos sostenible. Además, a medida que los temas ASG se van integrando en las consideraciones de inversión diarias, más inversores se dan cuenta de que ignorar los cambios en la política, el avance tecnológico y los modelos de consumo puede tener como consecuencia rentabilidades inferiores en el largo plazo”.


Otro de los elementos que han impulsado inversión en finanzas sostenibles es, en opinión del director de Inversiones y Responsable de ISR y de Inversiones de Impacto de BNP Paribas Wealth Management, Ángel Borrego, la existencia de “una mayor sensibilización de la sociedad y vivimos movimientos sociales en busca de una mayor transparencia, la reducción de desigualdades y la defensa del medio ambiente. El consumidor es cada vez más responsable y los inversores también, quieren conocer el impacto de sus inversiones desde el punto de vista social y medioambiental”. 


La preocupación por la sostenibilidad se extiende a los inversores minoristas


Precisamente, el inversor minorista está empezando a darse cuenta de que también tiene responsabilidad. Concretamente, Gonzalo Rengifo, de Pictet AM en Iberia y Latam, opina que “está considerando que la vía más interesante y sencilla para invertir con criterios ASG es a través de la renta variable temática basada en mega tendencias. Es decir, invirtiendo en empresas que proporcionan soluciones ambientales y sociales sostenibles.  Es la estrategia responsable de mayor crecimiento mundial los últimos años.  Efectivamente, en los últimos cinco años la mejor gestión del riesgo de invertir con criterios ASG ha obligado a los gestores a elegir compañías más sostenibles y con menos controversias, precisamente las que han mostrado mayor crecimiento, mejores márgenes y menores costes de financiación.  Pensar en verde paga y los inversores se han dado cuenta.  De hecho, la generación baby boom gestiona las compañías y toma decisiones, mientras que las de centennial y millennial son mucho más sensibles a los asuntos ambientales.


Por su parte, Martina Macpherson, Head of ESG Strategy, ODDO BHF AM, pone el énfasis en el papel que ha jugado la irrupción de la COVID-19 de cara a evaluar los riesgos ASG sistemáticos y su impacto en la rentabilidad de las empresas. “Ha animado a los inversores particulares a centrarse en los objetivos a largo plazo, incluyendo un nuevo énfasis en la salud pública y la justicia social, además de las cuestiones medioambientales”, tal y como también pone de relieve el último informe de Morgan Stanley «Señales sostenibles” (2021).


En la misma línea, la responsable global de Inversión Sostenible de Fidelity International, Jenn-Hui Tan, opina que la COVID-19 ha jugado un papel clave en la mayor concienciación del inversor. “Ya no es como antes de la pandemia cuando más que el perfil lo que caracterizaba a los inversores interesados en la sostenibilidad era que solían ser profesionales de grandes instituciones. Ahora que la preocupación por la sostenibilidad se ha extendido a los inversores minoristas, vemos que existe interés en todos los niveles de capacidad económica, si bien es cierto que a mayor juventud y/o formación financiera, mayor es la disposición a invertir en activos ASG”.


Aunque si bien es cierto que a mayor juventud, normalmente hay menor patrimonio para invertir, Isabel Vento, de BlackRock, destaca que “los inversores más jóvenes, aquellos catalogados como millennials o que forman parte de la pujante Generación Z, están más concienciados de la necesidad de cuidar el planeta y el medio ambiente, por lo que se han mostrado más propensos a invertir integrando criterios de sostenibilidad”.


No obstante, Ángel Borrego, de BNP Paribas Wealth Management, considera que, en la actualidad, el inversor en finanzas sostenibles no tiene un perfil definido. “Hace años se consideraba que este era un inversor más joven, pero recientemente hemos podido observar, según nuestro informe anual sobre emprendimiento 2021 que recoge datos desde el inicio de su elaboración en 2015, como la sostenibilidad y las inversiones de impacto tienen cada vez más interés entre los emprendedores con una edad superior a 55 años, los cuales han duplicado su interés por las inversiones sostenibles en este periodo, siendo la región de Asia donde el cambio igualmente es más importante”


Sin embargo, los expertos señalan el papel que juega la educación financiera en este sentido, ya que las firmas que han sabido trasladar mejor el mensaje sostenible al cliente final son aquellas que han logrado una mayor disposición para invertir en estrategias sostenibles por parte de los inversores finales, independientemente de su perfil o rango de edad.


En 2021, casi el 60% de las entradas de dinero en fondos de inversión europeos fueron a productos sostenibles


Es en esta línea que Mariano Arenillas, responsable de DWS para España y Portugal, hace hincapié en el nivel formativo del inversor al afirmar que “el inversor responsable suele tener un grado de formación e información alto, busca la preservación del capital e invierte a largo plazo. El grado de formación suele ser alto porque se cuenta con el conocimiento suficiente para poder asimilar que hay factores medioambientales y sociales que están influyendo en los resultados de las empresas diariamente y puede conllevar riesgos y oportunidades para la empresa en la que se invierte. La información también es superior a la media porque obliga a tener en cuenta estos factores ASG que en otro tipo de inversiones no son contempladas. Preservación y largo plazo son elementos comunes a los inversores ASG, ya que se busca evaluar la sostenibilidad de los negocios a 1, 5 o 10 años vista y no solo lo que está ocurriendo en el día”.


 


Tendencias de futuro


Según el estudio realizado por Spainsif, en colaboración con DWS, sobre las Inversiones responsable y sostenibles en España de 2021, el crecimiento durante los últimos tres años ha sido de un 15% anual. Una cifra que lleva a Mariano Arenillas, de DWS, a pensar que “durante los próximos de 3 a 5 años el crecimiento seguirá siendo de doble dígito hasta alcanzar cierta madurez. A partir de entonces, en DWS, esperamos que lo ‘normal’ será invertir de forma sostenible y lo marginal será la inversión puramente de aspectos financieros sin tener en cuenta los riesgos sociales y medioambientales”.


Por su parte, Jenn-Hui Tan, de Fidelity International, considera que es difícil predecir las perspectivas a futuro de la inversión sostenible, pues varían mucho en función del territorio. De este modo, el experto afirma que “en los países nórdicos prácticamente todos los inversores, incluidos los minoristas, tienen la mayor parte de sus carteras invertidas en activos sostenibles, mientras que en algunos mercados asiáticos todavía les queda mucho camino por recorrer, aunque su interés está creciendo a una velocidad muy superior a la que lo hizo en los mercados desarrollados en su día, siendo China el mejor ejemplo. Otros mercados desarrollados, como Estados Unidos, se encuentran aún lejos de los países del norte de Europa, por lo que su recorrido al alza es mayor. No obstante, el crecimiento es imparable y en las décadas futuras la inversión será sostenible o no será, al igual que los automóviles serán eléctricos o no serán… y así infinidad de ejemplos. No hay vuelta atrás”.


La responsable en España y Portugal de J.P. Morgan Asset Management, Elena Domecq, cree que a pesar de la elevada volatilidad en el mercado en 2022, provocada principalmente por las fuerzas macroeconómicas y geopolíticas, la inversión sostenible no va a desaparecer. “¿Por qué? La inversión sostenible no es una moda. De lo que trata es de capturar la transformación subyacente de nuestra economía. El capital irá a las estrategias de inversión que sean más conscientes de los criterios ASG.  El cambio climático también será una fuerza motriz clave que afectará a la asignación de capital”. 


Más allá va Ana Guzmán, de Portocolom AV, que pone el acento en la calidad de las inversiones al afirmar que “para nosotros no es tan importante la cantidad, cuánto va a crecer la industria, sino la calidad: es clave que este cambio de paradigma que mencionábamos y este efecto transformador que traerá consigo la legislación europea se lleve a cabo de una manera, precisamente, responsable. Para ello, es clave que todos, pero sobre todo los profesionales de la industria financiera seamos conscientes de nuestro deber fiduciario con nuestros clientes y con las empresas en las que invertimos, que seamos conscientes de las oportunidades, pero sobre todo de los riesgos asociados con la sostenibilidad y que no prometamos algo que no podemos cumplir. No olvidemos que estamos hablando de responsabilidad en un sector como el financiero, cuya base es la confianza. Dos palabras demasiado importantes como para tomárselas a la ligera”. 


Así pues, ya en 2021 hemos podido ver cómo, en Europa, casi el 60% de las entradas de dinero en fondos de inversión fueron a productos sostenibles. La sostenibilidad ha pasado de ser un nicho de mercado a convertirse en parte integral de la oferta. Pero, en opinión de Marisa Aguilar, de Allianz Global Investors, el camino no será fácil ni estará libre de problemas. “La reconversión del sector y la propia transformación de las empresas en las que invertimos es compleja y requiere de tiempo. El mundo entero no se hará sostenible de la noche a la mañana. Debemos entender que la transición energética y las transformaciones en el modelo productivo que se están impulsando (con un mayor énfasis en la economía circular o una mayor atención a aspectos sociales, por ejemplo) suponen un reto colosal. El caso de la lucha contra el cambio climático es un buen ejemplo. El camino será difícil y ya vemos que las negociaciones son complejas y no están exentas de polémica, pero no hay más alternativa que seguir adelante si queremos atajar y revertir la crisis climática”.

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