OPINIÓN

Cómo volveremos a empezar

André Ribeiro ,

vicepresidente de BTS

André Ribeiro

Una vez pase el pánico de la situación actual que vivimos, es poco probable que volvamos al normal que conocíamos antes. Los que asumamos que nos enfrentaremos a cambios en la forma de como trabajamos, colaboramos y vivimos saldremos fortalecidos y preparados para aprovechar nuevas oportunidades.

Cada vez somos menos los que estamos en negación de que la crisis sanitaria actual es de las más serias de nuestra época. Los esfuerzos que se están poniendo en marcha para aplanar la curva de contagios son fundamentales dada la capacidad de nuestro sistema de salud, aunque estemos aprendiendo sobre la marcha y se cuestione si la operativa ha empezado tarde. Y como en todas las decisiones difíciles, hay un trade-off. El freno de la actividad económica en este periodo es el primer reto al que los países y las empresas se tiene que enfrentar.

A nivel macro, se puede esperar en primer lugar una contracción de la curva de oferta resultante de la disrupción en cadenas de suministro y la disponibilidad de mano de obra, seguida de una contracción de la curva de demanda por una reducción del consumo asociada a la incertidumbre en el mejor de los casos, y a una reducción del rendimiento disponible en el peor; los agregados familiares aumentan su nivel de precaución en el gasto y las empresas aplazan inversiones hasta que se aclare la situación o dispongan nuevamente de liquidez para ello. Esta falta de liquidez puede afectar también a la capacidad de hacer frente a obligaciones financieras a corto plazo, llevando a reducciones de plantillas y en algunos casos a cerrar empresas, trayéndonos una nueva contracción de la curva de oferta, que inevitablemente se acompañará de una nueva contracción de la curva de demanda con una situación de menor empleo.

Esta espiral basada en conceptos base de la teoría económica es un fuerte indicador que una vez pase el pánico de la situación actual que vivimos, es poco probable que volvamos a la normalidad que conocíamos antes:
• Tras un buen y largo periodo de crecimiento económico y economía pujante, es muy posible que nos veamos en una situación de recesión;
• Cadenas de suministro estables y sistematizadas se enfrentarán a disrupciones que exigirán nuevas soluciones para mantenerse operativas y rentables;
• Ingresos consistentes y en crecimiento podrán dejar de ser una fuente fiable de financiación y liquidez, exigiendo nuevas medidas para defender carteras de clientes y asegurar la generación de caja necesaria para mantenerse en el mercado;
• Estilos de vida y formas de trabajo centradas en la interacción social presencial que pueden verse alteradas, con un cambio acelerado por una mayor sensación de vulnerabilidad en viajes y desplazamientos, y un mayor dominio de las capacidades que ofrecen las nuevas tecnologías;
• Y un recorrido de progreso social hacia la reducción de la pobreza y el aumento de la equidad, que se puede ver interrumpido y sustituido por dinámicas que vuelven a ampliar las diferencias, favoreciendo los “white collars” que se pueden mantener productivos en un contexto de confinamiento y teletrabajo, y perfiles altamente cualificados que tienen una mayor empleabilidad en un contexto de menor actividad económica.

Es cierto que las grandes crisis pueden engullir líderes, pero también es cierto que traen disrupción y grandes líderes emergen en estas situaciones. Ejemplos no faltan a lo largo de la historia: Disney se fundó en 1929, el año de inicio de la gran depresión; Microsoft en 1975, tras una gran caída del PIB global que siguió la crisis del petróleo de 1973 y que no paró a Bill Gates y Paul Allen; Salesforce y Google que se lanzaron a finales de la década de 90 superaron la burbuja puntocom; Facebook que se fundó en 2004, salió fortalecida de la crisis financiera del 2008; y Uber que se fundó en 2009.

No podremos huir a los impactos que la actual crisis nos va a traer, pero sí podemos elegir la actitud con la que los afrontamos. Está en nuestras manos no caer en victimas del miedo que nos bloquea y lleva a la inacción, creer que esto ya pasará y todo volverá a ser como antes, pues debemos de entender que las cosas van a cambiar y que con esos cambios vendrán grandes riesgos, pero también oportunidades e innovación. Los que asumamos que nos enfrentaremos a cambios de como trabajamos, colaboramos y vivimos saldremos fortalecidos y preparados para aprovechar nuevas oportunidades.

Es cierto que de aquí aflorarán muchos retos, pero ya se empiezan a ver también las oportunidades. Pensemos en el declino de la polución y la mejora de la calidad del aire que se puede observar con el parón de actividad en las ciudades más afectadas en China, y las posibilidades que eso puede llevar a explorar para seguir combatiendo el cambio climático. Pensemos en cómo colegios y universidades rápidamente pasaron a modelos de educación a distancia, y el potencial que eso tiene para quedarse más allá del periodo de confinamiento y aplicarse en otros contextos como el fitness o el mundo empresarial y la educación corporativa. Pensemos en el potencial que todo esto presenta para plataformas tecnológicas como Zoom y Slack, y todos aquellos dispuestos a explorar alternativas y posibilidades en esta nueva situación normal.

Está claro que ante tanta incertidumbre es difícil tener respuestas, pero lo que va a marcar la diferencia es que nos estemos haciendo las preguntas adecuadas. ¿Cómo van a estar mis clientes después de esta crisis y cómo habrán cambiado? ¿Qué problemas necesitarán resolver y cómo les podremos ayudar? ¿Cómo estaremos nosotros mismos y nuestras organizaciones internamente? ¿Qué desafíos nos estaremos enfrentando y qué problemas necesitaremos resolver?

Cuanto mejor anticipemos tendencias, exploremos sus combinaciones y los escenarios futuros que esas pueden abrir, mejor podemos empezar a prepararnos hoy para ello, como países, empresas y organizaciones, e individuos. Todavía tenemos pandemia por delante, y cómo usemos nuestro tiempo durante este momento va a marcar la diferencia. Los que solamente se centren en gestionar costes y liquidez serán los perdedores, mientras que los que se anticipen y adapten, combinándolo con la construcción de capacidades para un nuevo futuro, serán los ganadores.