OPINIÓN

La diversidad funcional: una gestión inclusiva de la individualidad que construye unidad

Sonia Viñas,

subdirectora de Fundación Universia

Sonia Viñas

El contexto global vertiginosamente cambiante, en el que el fácil acceso a la información permite un mayor empoderamiento de los ciudadanos-clientes, hace que estos actores, cada vez más exigentes, reclamen innovaciones constantes, lo que provoca una necesidad de dar respuesta rápida por parte de las empresas.

La obsesión por generar servicios, productos y en definitiva soluciones innovadoras, impulsan a las organizaciones a favorecer entornos creativos, estimulantes, que favorezcan el flujo de ideas, bajo diferentes prismas, que se materialicen en transformaciones útiles para conectar con la sociedad y en definitiva con el mercado.

Es en este contexto en el que la gestión de la diversidad cobra importancia, como fuente generadora de diferentes experiencias, actitudes, intereses y puntos de vista que enriquecen a las organizaciones. Esta diversidad se puede plantear desde múltiples enfoques: generacional, cultural; religiosa, de género, funcional, etc. Es precisamente en esta última en la que nos vamos a centrar.

La diversidad funcional hace referencia al colectivo de personas con discapacidad desde una perspectiva antropológica sin prejuicios ni estereotipos. Y es que hace unos 530.000 años, en la Sierra de Atapuerca, vivía Benjamina una niña con discapacidad que no fue discriminada. Sufría craneosinostosis, tenía la cara irregular y dificultades psicomotoras por lo que el grupo tuvo que haberle prestado cuidados especiales, de lo contrario, no habría sobrevivido. Hoy, el cráneo 14, el de esta niña nos enseña que la divergencia entre los animales y los seres humanos es que los primeros rechazan la diferencia, mientras que los segundos no.

Ya en nuestra historia reciente, la inclusión de personas con discapacidad en el tejido productivo se ha enfocado, y se sigue enfocando, desde una perspectiva paternalista y desde una justificación legal, refugiada en cupos y bonificaciones, pero cada vez más la incorporación de políticas inclusivas se argumenta en ideas más sólidas y enraizadas, vinculadas a ámbitos reputacionales, de negocio, y sobre todo de ética y de sentido común.

De este modo, una correcta gestión de la diversidad funcional permite en términos generales dar respuesta a las expectativas de los diferentes stakeholders relacionados: empleados, clientes, accionistas, sindicatos, asociaciones y fundaciones, universidades, etc. esto mejora el impacto de las empresas en su dimensión social, para ir más allá de lo mandatory e involucrarse en lo voluntary, que es lo que genera en realidad un valor añadido diferencial.

En este sentido, la implementación de este tipo de políticas supone hoy en día un objetivo clave, integrado en la cultura corporativa y en la estrategia empresarial de manera transversal que afecta sobre todo a:

- Personas: la atracción, compensación y desarrollo del mejor talento, basado exclusivamente en criterios de mérito, permite acceder a una gama más amplia de empleados motivados y comprometidos, que incrementen la creatividad y mejoren los resultados.

- Clientes: las empresas con una plantilla diversa que refleje la sociedad, empatizan y prestan mejor servicio a sus clientes.

Bajo esta esfera descrita, inclusiva y basada en el principio de igualdad de oportunidades, contribuimos a crear un sistema de grupos-elementos alineados que se aglomeran coherentemente y se afectan recíprocamente; contrario a la uniformización y respetuoso con la diferencia, en el que cada elemento se vincula con un propósito común, como si fuera un organismo vivo, activo, abierto y dinámico que construye relaciones duraderas que nos permiten afrontar crecimientos empresariales sostenibles y responsables.