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Reducir un 70% la emisión de gases de efecto invernadero a través de cambios en la dieta es posible
Antonio Torres,
responsable de Nutrición y Sostenibilidad de Danone

La sociedad cada vez es más consciente del impacto medioambiental que tienen todas las actividades directa e indirectamente relacionadas con los sistemas alimentarios. Ahora bien, cuando cuantificamos que el sector de la alimentación es el responsable de un 34% de las emisiones de gases de efecto invernadero, la cifra no deja indiferente. Es evidente que debemos migrar hacia un cambio, hacia nuevas formas de alimentación más responsables, que además de cuidar de nuestra salud individual y de la salud pública en general, nos permitan proteger el planeta. Aunque nos parezca mentira, esto es una tarea de todos. La responsabilidad de las empresas es indiscutible y por ello estamos tomando medidas en todos los eslabones de nuestra cadena de valor para ser actores del cambio. Pero, además, cada uno de nosotros, a nivel individual, puede hacer algo en su día a día para revertir esta situación. Por ejemplo, tener en cuenta criterios de sostenibilidad a la hora de alimentarnos.
Porque si el porcentaje del 34% impresiona, lo hace aún más este dato: la adherencia generalizada a una dieta saludable que incluya criterios de impacto medioambiental reduciría, en España, las emisiones de gases de efecto invernadero al menos un 70%, con respecto a la dieta promedio actual. Así lo asegura AESAN, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición. Creo que es una información que debería empoderarnos para adoptar esos pequeños cambios en nuestra dieta y nuestros hábitos de compra.
En la actualidad, no deja de sorprender que 8 de cada 10 guías de alimentación internacionales no cumplen con los objetivos climáticos establecidos por el Acuerdo de París. Sobre todo, porque ya hay países, como Estados Unidos (2020) y Canadá (2018), así como Países Bajos (2016), Suecia (2015) o Reino Unido (2007), que ya han tomado medidas, como es el hecho de ir incorporando proteína vegetal en sus pirámides alimentarias.
Por ello, desde el movimiento Alimentando el Cambio, Danone ha impulsado el encuentro ‘Alimentación S.O.S.tenible’, con la colaboración de EIT Food. En él, diferentes expertos nacionales e internacionales en alimentación han elevado su petición de aumentar la presencia de proteína vegetal en las guías alimentarias, atendiendo a criterios de sostenibilidad. Algo que se puede conseguir sin comprometer las necesidades nutricionales de la población, como bien destacaron los expertos de EAT Foundation, del Consejo Europeo de Información sobre la Alimentación (EUFIC) o del Centro Mundial de la Alimentación Urbana Sostenible (CEMAS), allí reunidos.
¿Por qué consideramos tan importante esta medida? Sobre todo, porque las guías alimentarias son una fuente de referencia para los profesionales, así como para el público general. Con un cambio en las guías, se favorece el rol del profesional sanitario y de los divulgadores científicos, para informar y formar a los ciudadanos. En la actualidad, dos tercios de la proteína que consumimos es de origen animal, y solo un tercio de origen vegetal. Y un 33% del total proviene exclusivamente de la carne.
Un dato positivo es que existe una tendencia social creciente que apuesta por el flexitarianismo, que no es otra cosa que un patrón de alimentación consciente y responsable. Un 41% de los españoles ya se declara flexitariano y, de hecho, muchas personas siguen esta tendencia y no se definen como ‘flexitarianas’, pero porque aún no se conoce demasiado este término entre la población.
Una alimentación flexitariana es aquella que reduce la ingesta de carnes rojas a un consumo muy ocasional, y que incrementa el consumo de alimentos vegetales como, por ejemplo, legumbres o alternativas vegetales a otros alimentos. Con ello, no solo se contribuye a reducir el sobrepeso y la obesidad -y, con ello, la mortalidad prematura hasta un 22%-, sino que, a nivel medioambiental, se actúa en tres niveles: se disminuye hasta en un 54% las emisiones de CO2 en los países desarrollados; se reduce la utilización de terrenos en casi un tercio, y se recorta hasta un 10% el uso de los recursos hídricos.
La tendencia flexitariana, en definitiva, se corresponde con una dieta “flexible”, en gran medida, con las tradiciones alimentarias más arraigadas en nuestro país, basadas en la dieta mediterránea, con una mayor base de cereales, frutas, verduras y legumbres, y un porcentaje menor de carne roja, pero que, además, busca reducir el impacto sobre el planeta a través de una alimentación más sostenible. Y, en la búsqueda de la optimización nutricional, en el caso de las alternativas vegetales a los lácteos, sería preferible optar por aquellas enriquecidas en vitaminas y minerales, como el calcio y la vitamina D.
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