OPINIÓN

El voluntariado vuela alto

Beatriz Sánchez,

directora de Hazloposible Empresas

Beatriz Sánchez

Los tiempos están cambiando rápidamente, también en el voluntariado corporativo. Antes, como la famosa piloto Amelia Earhart (que fue la primera mujer en cruzar el Atlántico en 1932), las innovaciones despegaban en EEUU para aterrizar en Europa, tras superar el océano de incertidumbre que debe recorrer toda verdadera innovación. Sin embargo, nos encontramos en un momento de mayor madurez y diversidad del voluntariado corporativo. Ya no es la apuesta de unas pocas compañías líderes, sino un must que ha incorporado las grandes empresas, y al que se están sumando pequeñas y medianas, junto a start-ups.

La Fundación Hazloposible explora un camino híbrido, entre lo social y lo tecnológico, desde 1999. En estos momentos, esa hibridación es más importante que nunca, ya que empresas, ONG e innovación tecnológica se intercambian conocimientos y buenas prácticas. Las empresas son cada vez más sociales, incluso nacen teniendo en cuenta su impacto social, como hacen aquellas empresas sociales que buscan generar un retorno positivo en la sociedad, más allá de lo económico. Por su parte, las ONG integran cada vez más los elementos más útiles de la gestión empresarial para poder garantizar su sostenibilidad como organizaciones y, por tanto, la sostenibilidad de los beneficios que sus programas tienen entre los colectivos más vulnerables.

En este contexto, esa “mayoría temprana” formada por una alianza entre algunas de las mejores empresas y ONG de nuestro país ha conseguido que el voluntariado corporativo sea percibido como una herramienta valiosa, que cuenta con un retorno claro en las personas y en las empresas. Esta percepción se traduce en dos tendencias clave del voluntariado corporativo: la mejora constante de las formas de voluntariado para generar un mayor impacto social y, en segundo lugar, la necesidad de realizar un mejor seguimiento y medición de las acciones de voluntariado para gestionar mejor los recursos disponibles y cuantificar mejor el impacto social.

Por ejemplo, el modelo tradicional de voluntariado corporativo en el que un empleado realiza una actividad puntual o dona dinero a una ONG está cediendo espacio frente a otras formas con un impacto social mayor. Las ONG tienen cada vez mayores necesidades de profesionalización, al tiempo que las empresas invierten más en la formación y desarrollo de sus empleados, ¿cómo conectar esta demanda y oferta de talento? A través del voluntariado basado en habilidades y el pro bono, que están experimentando un gran crecimiento ya que permiten personalizar las acciones y aprovechar las habilidades específicas de nuestro personal. Esta ayuda cualificada y especializada es un reto aún más motivador para las personas voluntarias y, además, aporta más valor a las ONG.

¿Y qué pasa con la tecnología? La digitalización también se abre camino en el voluntariado corporativo y permite desarrollar plataformas que facilitan la participación de los empleados, así como medir de forma más precisa el impacto de las acciones para tomar decisiones de gestión data-based. Y no menos importante: si podemos medir el impacto social de las acciones de nuestro voluntariado corporativo, podemos comunicarlo mejor.

En conclusión, las alianzas, la innovación y la tecnología son los elementos que permitirán a las empresas que su voluntariado corporativo vuele con la solidez de un Boeing 787 hacia los retos sociales y empresariales que nos marcan los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).