OPINIÓN

Hacia un nuevo modelo de voluntariado

Óscar Codón,

director general de Fundación Capgemini

Óscar Codón

Las crisis y los cambios que estas acarrean provocan nuevos movimientos sociales y son uno de los factores que hacen que la participación social se haya incrementado en los últimos años. A su vez, la pandemia ha puesto en evidencia la necesidad intrínseca del ser humano de contribuir a paliar los desastres y las situaciones desfavorables, convirtiendo la solidaridad y la colaboración ciudadana en un elemento clave de esta nueva realidad.

Los nuevos movimientos implican un cambio de fórmulas y espacios de participación. La sociedad demanda un mayor protagonismo y quiere tomar parte en la decisión y en la acción. Los ciudadanos se convierten en parte activa del proceso de cambio.

Estos cambios se traducen también en un aumento de las entidades sociales, tanto en número como en tipología, y esta diversificación conlleva la representación de nuevos colectivos que antes no tenían visibilidad. Esto hace que mejore la percepción de las entidades y que un mayor número de personas estén interesadas en colaborar. Ahora hay una mayor oferta de espacios y modalidades para la acción voluntaria.

De hecho, estamos pasando de un modelo de voluntariado basado en el compromiso social, la militancia y la identificación con las causas a un nuevo modelo de colaboración social, más basado en la propia realización personal, fruto de la ética de la responsabilidad particular. Esto se traduce en una participación más parcial, con una dedicación e implicación más puntuales y centradas en tareas concretas, siendo clave el atractivo de la actividad.

Cambia la mentalidad de los voluntarios y las formas de participar en las organizaciones. Ya no existe el para toda la vida y las personas prefieren escoger, decidir en qué proyectos quieren participar, cuánto y cómo. Las entidades tienen que darse cuenta de este cambio y aprender a organizarse de otra forma para dar respuesta a las nuevas demandas. Los proyectos se tienen que trocear y amoldarse a los nuevos cambios de un activismo diferente porque no es que haya menos voluntariado ni que los ciudadanos actuales no sean solidarios, de hecho, a mayor tragedia mayor respuesta.

El voluntariado sigue plenamente activo, pero se transforma. Esto supone canalizar las acciones y las formas de participación de modo distinto. Pero a diferencia del voluntariado de hace 20 años, el actual tiene un gran poder transformador, es más puntual, no continuado, pero mucho más masivo. Se ha incorporado un nuevo concepto: grupos autogestionados, que buscan la utilidad en lo que hacen y son autónomos. Deciden el grado de involucración, en qué proyectos participan y cómo. Y este cambio de mentalidad y de entender la solidaridad llevan a nuevas formas de cooperación, como es el emprendimiento social.

Y para dar respuesta a esta nueva forma de entender el voluntariado, la tecnología es clave. A través de la innovación se puede impulsar la solidaridad en formas no imaginadas hasta ahora, con la creación de nuevos canales y aplicaciones que permitan visibilizar los proyectos, poner en contacto a diferentes grupos con fines comunes en cualquier parte del mundo y buscar una unidad hasta ahora inabarcable, ya existen ejemplos de movimientos mundiales con una capacidad de convocatoria muy superior a lo conseguido por canales más tradicionales.

Una de las formas de voluntariado más extendidas es el voluntariado corporativo. En muchas compañías ya forma parte de su ADN al estar integrado en su estrategia, y permite que los trabajadores pongan en práctica sus conocimientos a través de acciones de responsabilidad social y se involucren en proyectos que garanticen el desarrollo y bienestar de su entorno.

Cada vez más instituciones y empresas están aprovechando el poder de la tecnología para reducir desigualdades y generar un mayor impacto social, desarrollando iniciativas que contribuyen a la mejora del nivel de vida de las personas en riesgo de exclusión social o discapacitados; incentivan la alfabetización digital; promueven la formación en ciberseguridad y protección de la privacidad; o simplemente responden a los principales retos que demanda la sociedad, como la sostenibilidad, inclusión social o soledad no deseada, entre otros.

Por tanto, cada vez son más las empresas que incorporan planes de transformación cultural que impulsan el voluntariado. La conjugación perfecta entre voluntariado y tecnología está posibilitando que muchas compañías estén creando valor para los diferentes colectivos con los que se relacionan. Sin lugar a duda, todas las iniciativas en esta dirección suman para contribuir a los objetivos de sostenibilidad y al desarrollo económico de las comunidades en las que llevan a cabo su actividad profesional.

Dado el papel clave que el voluntariado desempeña en el desarrollo económico y social de cada país, la Asamblea General de las Naciones Unidas decretó en 1995 el Día Internacional del Voluntariado, instando a todos los gobiernos a celebrar cada 5 de diciembre la contribución de estos miembros de la comunidad, que día a día ofrecen su tiempo y dedicación a los más necesitados de la sociedad en pos de nuevos objetivos mundiales.

El voluntariado representa una apuesta por la participación y la solidaridad, y es el reflejo de una conciencia social convertida en acción para dar una respuesta organizada a las necesidades sociales, desde el compromiso, la cooperación y la apuesta por el bien común.

Su objetivo es transformar la realidad, en la búsqueda de una sociedad más igualitaria, más humana, más sostenible. Y es, sin duda, un puente de transformación social, de gobernanza y de desarrollo local, que requiere del compromiso y la responsabilidad de todos los actores para lograr trascender y reivindicar esta labor.