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Innovación y Sostenibilidad
Carlos Bousoño Crespo,
director de responsabilidad social corporativa de Abengoa

El cambio climático ha pasado de ser un fenómeno teórico con el que especulaban los científicos en la década de los ochenta, a formar parte de nuestro vocabulario habitual. De hecho, sus consecuencias comienzan tristemente a ponerse de manifiesto. Por ejemplo, la caribeña isla de Bequia está sufriendo sus efectos: las modificaciones en los patrones de lluvias están causando sequías cada vez con más frecuencia y, lo que es peor, dejando a sus habitantes sin agua potable.
Aunque algunas comunidades ya padecen sus consecuencias, la conciencia general sobre el cambio climático es todavía escasa, particularmente entre los países en vías de desarrollo. En las naciones industrializadas, motivado quizás por las imágenes de glaciares derretidos o de osos polares flotando sobre un témpano bajo el sol, el cambio climático se considera una amenaza distante y futura, de índole exclusivamente medioambiental. Pero la realidad es que lugares como equia o Australia sufren el mayor período de sequía de su historia, con graves consecuencias sociales: malas cosechas, desempleo, incendios, y riesgos para la vida humana.
El cambio climático, con una elevada probabilidad, es la amenaza más clara asociada a la actividad del hombre; una cruda realidad que contrasta con el hecho de que los 50 países menos desarrollados del mundo contribuyen al uno por ciento de las emisiones globales de CO2. Pero existen otros impactos negativos que también hay que tener en consideración cuando se habla de sostenibilidad. La creciente presión de la agricultura sobre el agua dulce o la escasez de alimentos en algunos países son sólo algunos paradigmas ilustrativos. Las diferentes alteraciones sociales y medioambientales que estamos provocando interactúan formando un sistema dinámico que amplifica, en algunos casos, los efectos nocivos.
En este contexto, las empresas se están dando cuenta paulatinamente de que la sostenibilidad puede impulsar la innovación, uno de esos conceptos perennes que durante décadas ha aparecido en las pizarras de las escuelas de negocio y en los periódicos, y que los políticos han repetido hasta la saciedad.
Sin embargo, es nueva la relación de la innovación con la sostenibilidad, entendida esta última como “capacidad para perdurar”.
La sostenibilidad y la gestión responsable son ya un camino sin retorno, pues política y económicamente es impensable que el mundo retroceda hacia el derroche, la ineficiencia o la irresponsabilidad corporativa. Pese a ello, muchos empresarios aún creen erróneamente que ser más eco-eficientes conlleva una erosión de su competitividad, pues implica costes que no producen un beneficio asociado, y que, además, los sitúa en desventaja frente a otros rivales de países emergentes que no están sometidos a las mismas presiones. Pero ser responsable y sostenible no está reñido con ser competitivo. Puede contribuir a disminuir costes, en tanto que las empresas que lo son reducen sus consumos, y también a incrementar las ventas, por la mejora del ambiente laboral, el avance de los propios productos o por el posicionamiento en nuevos negocios o en mercados más estrictos. Es decir, satisface de manera casi exacta la definición de innovación corporativa, entendida como proceso de aplicar nuevas ideas, desde un punto de vista práctico, para mejorar un proceso, producto o servicio.
Por ejemplo, en esta línea, Abengoa requiere a todas las empresas que integran su cadena de suministro que firmen un código de responsabilidad social, basado en la norma internacional SA 8000, por el que se comprometen al cumplimiento de todos los aspectos de responsabilidad social y ambiental recogidos en el Pacto Mundial de las Naciones Unidas. Cuenta también con un sistema de medición de emisiones de gases de efecto invernadero que, además de registrar las emisiones directas e indirectas de todas las empresas que forman parte del grupo, contabiliza las derivadas de los productos y los servicios adquiridos a terceros.
Esto ha llevado a la compañía a reorientar su política de compras, haciendo indispensable que todos los proveedores de bienes y servicios proporcionen sus emisiones y se comprometan, mediante la firma de un acuerdo, a establecer un sistema de medición de las mismas en un plazo determinado. El desarrollo del sistema de medición de emisiones no sólo ayuda a reducir el impacto medioambiental de las operaciones de Abengoa, permitiendo fijar objetivos de reducción, compensación y neutralización de CO2, sino que también genera nuevas oportunidades de negocio, al permitir demostrar fehacientemente que la energía solar o los biocombustibles producidos por la compañía son medioambientalmente positivos, en un contexto de cambio de paradigma en el que comienzan a triunfar el uso de energías renovables, el consumo responsable, la producción limpia y el principio básico de que los precios de los bienes y servicios incluyan también su coste social y medioambiental.
La sostenibilidad como una forma de innovación puede ayudar a las empresas a mitigar riesgos regulatorios, reputacionales y operativos en un entorno global, al mismo tiempo que contribuye a generar nuevas oportunidades como resultado de mejoras en la eficiencia de la organización o de la creación de nuevas líneas de productos que responden a la nueva estrategia de sostenibilidad. En definitiva, la gestión responsable supone entender que los resultados de las compañías mejoran en la medida en que éstas son capaces de alcanzar relaciones de confianza con sus grupos de interés. Por ello, es imprescindible que esté perfectamente alineada con la estrategia de la organización.
Pero no hay que olvidar que, en tanto que innovadora, la sostenibilidad también es disruptiva. Joseph Schumpeter, economista austriaco que vivió opacado por la larga sombra de Keynes, hablaba de la “disrupción creativa” para describir el proceso de transformación que acompaña a las formas radicales de innovación, en el que el nuevo orden destruye el anterior generando oportunidades inéditas, pero causando, a su vez, dolor por forzar la quiebra de aquellas organizaciones que no se han sabido adaptar.
Con el advenimiento de lo sostenible se ha puesto de manifiesto un cambio de paradigma que afecta a cómo las personas perciben el mundo, y que ha llevado a que los consumidores se preocupen no sólo por los atributos de los productos que usan, sino a también considerar los procesos asociados a su elaboración, en el sentido de su impacto social y ambiental. Por eso, las empresas deben innovar en sus modelos de negocio para adaptarse a esta nueva realidad, arrastrando en el camino a todos los integrantes de su cadena de suministros. Para hacerlo con éxito, el liderazgo y el talento son factores necesarios en la nueva economía de la sostenibilidad.
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