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De calentar la silla, las sábanas y… la cena
Julia Salsas,
Consultora de ConSentidoComún

No paro de leer artículos, tribunas, reportajes, noticias, incluso pretendidas leyes acerca de la conciliación, la flexibilidad horaria, el teletrabajo. Iniciativas nuevas, frescas y con resultados positivos que surgen de mentes jóvenes, emprendedoras y que poco a poco van tomando forma y ganando terreno.
Algunas incluso, van más allá: Virgin, en un alarde de innovación, va a permitir a sus empleados poder auto gestionarse sus vacaciones. Pero aquéllas que pertenecen a las empresas de “toda la vida” se me antojan, como siempre, como meras buenas intenciones o tapaderas a una realidad que se deja escuchar por las calles.
Leo mucho, pero también (y básicamente) escucho más. Escucho con los oídos predispuestos a ello, no a oír sino a escuchar. Y lo que llega a mis orejas poco, o nada, tiene que ver con lo que leen mis ojos. Quejas y más quejas acerca de la poca sensibilidad de muchos de los que lideran – o se creen en posición de hacerlo – en relación con los temas familiares o personales.
Pero no es sólo esa falta de permeabilidad de los mandamases ante la nueva realidad de la sociedad en la que vivimos: es la voluntad autoimpuesta – que no compromiso real – de muchos de los “quejicas” en cuanto a aceptar esas condiciones a las que se ven obligados.
Calentar la silla hasta que el jefe ha salido para aparentar ser súper productivos, los más currantes y los más comprometidos con la cultura de la empresa para la que, no sólo trabajan día a día, sino prácticamente, para la que viven.
Calentar la silla. Se calentaban las sábanas cuando, de adolescentes, pretendíamos hacer creer a nuestros padres que nos estábamos acostando mientras lo que en realidad hacíamos era esperar en silencio a que fueran ellos los que si iban a dormir y en cuanto detectábamos que ya no había ningún ruido en el hogar, salíamos por la puerta a hurtadillas a pasar una noche increíble con nuestros amigos, también furtivos de sus familias.
Calentar la silla. Señores y señoras que ocupan sillas más confortables: escuchen más allá de las paredes de “sus” empresas. Hay hijos que levantar, ratos de ocio que vivir, padres y madres a los que atender, parejas a las que dedicar tiempo de calidad. Los horarios de 12 horas pertenecen más a épocas de esclavitud que a la actual. Créanse de verdad esas políticas y acciones que tanto y tan bien se encargan de hacer llegar a los medios acerca de su (pretendida) RSC y verán los (demostrados) resultados: mayor compromiso del empleado, más satisfacción con su labor diaria, engagement consolidado y, esto sí que les importa, mayor productividad.
Señoras y señores del S.XXI, que ocupan cargos de responsabilidad en una sociedad desarrollada: dejen de calentar y hacer calentar sillas y prueben de calentar las sábanas bien acompañados. Y de paso, vayan a calentar la cena de sus hijos. Se lo agradecerán. Y nosotros también.
POLÍTICAS RSE DE LAS EMPRESAS
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