Este cambio de marca empezó en la junta anterior cuando vimos que había una tendencia imparable hacia el concepto de la sostenibilidad. Si echamos la vista atrás, hace 20 o 25 años se empezó hablando mucho la acción social, de ahí se evolucionó hacia el concepto de la RSC, y luego se emerge hacia el concepto de la sostenibilidad. En los últimos dos años, a consecuencia de toda la transición europea y de la necesidad de movilización de fondos públicos y privados para ser una economía neutra en carbono, el concepto de ASG es el predominante y genera un cierto consenso por parte de la Academia, los reguladores y los inversores.
Además, en la Directiva de 2014 de la Unión Europea, la RSC hace referencia que las compañías son responsables de sus impactos, han de cumplir la ley y dice que tienen que maximizar sus impactos positivos y minimizar los impactos negativos. Si vas a la definición básica y tradicional de la sostenibilidad habla de lo mismo: cumplir la ley, minimizar impacto negativo, gestión de riesgos y maximizar impactos positivos. En el fondo, estos conceptos trabajan sobre los mismos territorios de los riesgos y las oportunidades, pero es cierto que cada vez más, y movidos por la presión del inversor, terminaban hablando más de sostenibilidad y ASG. Además, desde DIRSE hemos aportado ASG en lugar de ESG, simplemente porque que optamos por castellanizar el acrónimo.
En el caso europeo, todo cambia cuando la Unión Europea decide, a través de la Ley de Medio Ambiente, que quiere ser un continente neutro en carbono en el año 2050. Desde entonces, se ha producido una aceleración que se ha traducido en muchas iniciativas regulatorias y autorregulatorias en el continente, cerca de 460 solo en el 2021. Así pues, la Directiva Europea de Información no Financiera, de 2014, se transformará en la nueva Directiva de Información de Sostenibilidad, que entrará en vigor en el 2024. Además, hay una necesidad de canalización de fondos para hacer esa transición y todos los fondos se están autodenominando fondos sostenibles y de ASG. Todo ello provoca que las compañías migren progresivamente la denominación de RSC a sostenibilidad, un cambio que también llega a las Comisiones de los Consejos de Administración. En definitiva, la denominación de Sostenibilidad está siendo más comúnmente más aceptada y abarca la “A” de ambiental, la “S” de social y la “G” de gobernanza.
Durante mucho tiempo, las organizaciones ponían el foco en la “S” y ubicaban orgánicamente la función en fundaciones o en direcciones de Comunicación o de Marketing. Sin embargo, si lo elevas a una categoría superior, estás escalando posiciones estructurales porque es una función mucho más transversal. Si realmente entendemos la sostenibilidad como una función claramente transversal, que tiene impacto en muchas áreas de la organización como Finanzas, Compras, Marketing, RRHH, Operaciones… De alguna forma, te permite subir escalafones en la estructura organizativa. Precisamente, uno de nuestros objetivos es hacer que la función de Sostenibilidad se sitúe en el nivel de CEO menos uno dentro de las organizaciones.
En la actualidad, nos encontramos algunas posiciones en Comités Ejecutivos donde han incluido la palabra “Sostenibilidad” adicionada a otra. Por ejemplo, director de Estrategia y Sostenibilidad, pero luego ese cargo tiene por debajo determinadas direcciones con lo cual la función está a nivel de CEO menos dos. Como adición de nombre al cargo podemos decir que el 30% del IBEX-35 lo tiene así. Sin embargo, si le quitas el resto de los apellidos y lo dejas solo como Sostenibilidad tenemos pocas empresas.
Hoy, prácticamente la totalidad de Consejos de Administración del IBEX-35 tienen Comisiones de Sostenibilidad y eso es un avance que hemos ido dando, pero también es cierto que dentro de los órganos ejecutivos, dentro del IBEX-35 no te encuentras a más de un 10% de compañías que tengan la función exclusiva de Sostenibilidad al nivel de CEO menos uno, con función compartida sí. Ese es el camino que tenemos que seguir.
Porque les afecta a dos grandes situaciones: al modelo estratégico de negocio y a su balance económico. Es decir, a la depreciación de sus activos y a una necesidad de financiación, porque todo ese cambio exige una inversión, y las compañías obtendrán financiación en mejores condiciones y un mayor caudal si sus proyectos están centrados en esta transición. Ahí es donde aparece la Taxonomía de la Unión Europea. De repente esto entra en la agenda del CEO porque ya no es ir un paso más allá de lo que la ley impone, sino que se trata de ajustarse a un montón de normas regulatorias en un entorno competitivo.
Aquí ya no se puede tocar de oído. Hemos tenido mucho invitado a la profesión que venía de otras áreas. La gestión de la Sostenibilidad exige un conocimiento experto de la misma forma que lo exige ser un director Financiero o un director de Operaciones. Es verdad que se dice que la mejor manera de incluir la sostenibilidad es incorporándola en el proceso ordinario de toma de decisiones, pero por qué no puede haber una unidad experta como la unidad de RRHH que, mediante las áreas de HRBP, ayuda a los directores funcionales a implantar determinadas políticas de personas. Desde DIRSE, defendemos la existencia de una Dirección de Sostenibilidad de primer nivel que, además de tener su propia vertical como, por ejemplo, la estrategia o mecanismos de información y de reporte o de control y gestión, tenga Business Partners que ayuden a los diferentes directores funcionales. Quiero reivindicar la profesión y el oficio.
Cuando la Unión Europea aprueba la Ley de Medio Ambiente se establece una canalización de fondos para ayudar a esta transición y ya están asignados presupuestariamente 1,8 billones de euros de aquí al 2027, pero luego llega la COVID-19 y aparecen los Fondos Next Generation EU con una cantidad adicional. La canalización de fondos públicos está ahí, pero no son suficientes como para que Europa alcance una reducción de emisiones del 55% en el 2030, tal y como establece el plan “Fit for 55”, con lo cual tiene que haber una canalización de fondos privados. Así pues, la regulación y la financiación es lo que realmente está llevando al cambio de modelo porque el destino es ser un continente neutro en carbono en 2050. Este es el esquema que traza Europa sin tener en cuenta la crisis energética, provocada por el gaseoducto de Argelia y con la crisis del gas ruso provocada por la guerra de Ucrania. A todo ello, el acto delegado de 22 de febrero ya incluye la energía nuclear y el gas en la Taxonomía. Lo que está claro es que este objetivo es como un imán que reconduce todas las piezas, por este motivo la regulación y la financiación es lo que está impulsando la sostenibilidad, tan solo, en los últimos dos años.
Es cierto que existe un paquete regulatorio importante en torno a la “A” que actúa como mascarón de proa, pero también hay un paquete regulatorio entorno a la “S” que no es nada despreciable. Por ejemplo, se está trabajando en la Taxonomía Social, ya se ha aprobado el proyecto de Directiva de Debida Diligencia en Derechos Humanos, que previsible entrará en vigor en 2025, y existe el Plan Social Europeo que abarca una gran multitud de temas desde el empleo, igualdad, derechos sociales, etc.
Y en la parte de gobernanza tenemos la Directiva de Información de Sostenibilidad, que será obligatoria en 2024 y donde las compañías tendrán que reportar en una plataforma que albergará la UE y ello nos permitirá tener la comparabilidad de los datos y el performance.