No es un tema de voluntad, sino de dificultad. Sabemos que tenemos que poner a las personas en el centro y que, además, los tres verticales de los factores ESG tienen que estar relacionados y comunicados. Desde luego, no podemos abordar el medio ambiente sin tener en cuenta la parte social y de gobernanza, pero la dificultad de escoger indicadores tangibles en el ámbito social provoca que la S sea la más abandonada.
Durante mucho tiempo, la regulación se ha centrado en la parte medioambiental y, anteriormente había abordado la gobernanza, pero en el ámbito social hemos realizado menos avances porque depende de las geografías, del sector de actividad… Tenemos que elegir indicadores homogéneos con un foco común, pero los indicadores y data points cuantitativos en este ámbito son más complicados, así como su comparabilidad. Ahí está el reto.
Al final, las personas tienen que estar en el centro y, por ello, es la dimensión más exigente a la que hay que dedicar más recursos y tiempo, porque es lo que realmente marcará la diferencia de una compañía frente a otra, puesto que las personas son las que generan impacto positivo.
La S es la gran desconocida, pero, dentro de nuestro modelo, afecta a cuatro grandes grupos taxonómicos: empleados, proveedores, clientes y comunidades en las que operemos. O sea, realmente estamos siguiendo la taxonomía y existen indicadores. Aunque, a menudo, sólo pensemos en términos de mano de obra infantil o comunidades desfavorecidas, la S afecta a países en desarrollo con otras dimensiones y está reglada. Muestra de ello es que la nueva Directiva sobre información corporativa en materia de sostenibilidad tiene más de 200 indicadores en la parte social.
El Mapa SERES de Huella Social® tiene tres objetivos: gestionar riesgos, detectar oportunidades e incrementar la confianza de los ciudadanos en las empresas. Lo que queremos transmitir es que la S está vinculada a la actividad económica de la compañía. Entonces, se llama Mapa porque hace un listado de actividades económicas por sector e intentamos dar una unidad de medida. La unidad mínima de referencia en los ámbitos en los que la empresa debe tener impacto: empleados, proveedores, clientes y comunidad. Entonces, como cada línea de actividad tiene sus indicadores, el responsable de esa actividad económica, que es el negocio, no es el responsable de sostenibilidad y de ESG de la compañía, ya tiene que pensar en indicadores sociales.
En segundo lugar, trabajamos sectorialmente porque del mismo modo que las geografías y el sector influyen en cómo generas impacto social. Y ahí ya tenemos siete sectores que están trabajando conjuntamente para definir cuáles son los indicadores más relevantes y esperamos poder presentar los primeros resultados a lo largo de este año.
Todos los agentes tenemos recorrido de mejora: las empresas, los gobiernos y los ciudadanos, y en SERES nos gusta gestionar en positivo ese camino que queda por recorrer. Por eso reconocemos las mejores prácticas para contagiar y para impulsar. Dicho esto, el Barómetro Edelman destaca los drivers en los que todos los agentes tienen que mejorar y deja muy calro que, a nivel de confianza, el agente más reconocido es la empresa y debemos animarla para que lo siga haciendo porque si queremos mejorar y transformar la sociedad, necesitamos a los agentes económicos empresariales. Sin ellos no lo lograremos porque son quienes tienen los mejores sistemas, los procesos, la eficacia y lo han demostrado en grandes crisis.
Con objetivos, medición y siendo transparentes con el progreso. Y por eso desarrollamos herramientas de medición para ser críticos, pero también justos, porque si hay empresas que están haciendo acciones con ciertos colectivos desfavorecidos de la sociedad, es necesario reconocerlas.
Es urgente medir mejor el progreso para reconocer lo que está bien y pedir que mejoren en aquello que no está tan bien. Precisamente, por este motivo, es imprescindible realizar este proceso desde la medición y no desde la crispación. La colaboración es una de las claves más destacadas de la edición de este año del World Economic Forum. Tenemos el reto de colaborar más entre todos los agentes -entidades sociales, gobiernos y empresas- y alcanzar puntos de encuentro. Desde mi punto de vista, esto es posible cuando se hace teniendo en cuenta el dato, el objetivo y las acciones de mejora. Nos aleja de la polarización y la crispación, que lamentablemente observamos que es parte de diálogo social.
Ahora ya existe medición y normativa, pero cuando empezamos a medir el impacto social de las empresas y queríamos alejarnos de la parte filantrópica, nos miraban extrañados. En aquel momento, lo que queríamos destacar era cómo, con los distintos capitales, la empresa era capaz de generar valor a la sociedad para animar a las empresas. Nuestro objetivo siempre ha sido que las empresas hagan más y mejor. Durante todos estos años, hemos visto cómo ha cambiado la forma en la que la empresa ha entendido su compromiso social. Al principio tenía un carácter filantrópico y ahora está más unido a la estrategia de negocio. Aunque en muchos casos faltan datos cuantitativos, la relación con otros agentes se ha profesionalizado, existen menos relaciones y alianzas con entidades sociales, pero las que hay son más fructíferas y cuentan con mayor inversión.
Entre los principales resultados que se ponen de manifiesto, resalta la inversión de las organizaciones que colaboran con la Fundación SERES en proyectos de impacto social en la última década, que es de, aproximadamente, 9.718,6 millones de euros. Esta inversión se traduce en que las empresas que colaboran con la Fundación SERES han desarrollado 138.000 proyectos de impacto social, siendo la población general el colectivo más beneficiado. Esta cifra multiplica por cuatro el número de beneficiarios que han impactado: más de 460 millones.
En SERES miramos los retos desde dos ángulos. Tenemos un primer grupo de retos que gira alrededor de los modelos de hacer empresa. Seguramente son desafíos que traemos y vienen del pasado, pero en los que aún nos queda mucho camino por recorrer. Un objetivo primordial dentro de las compañías en los próximos años es precisamente integrar objetivos e indicadores sociales en las actividades de negocio de las compañías. Al mismo tiempo que planteas el beneficio económico, te planteas el impacto social que generas con esa actividad. Y eso exige preguntas diferentes para obtener resultados distintos. Además, debemos ser capaces de integrar la E, la S y la G. Es indispensable buscar conexiones que multipliquen el impacto en positivo y reduzcan el impacto negativo.
También aparece un concepto que se va a escuchar mucho en los próximos años y es la regeneración y cómo trabajar la confianza desde una transformación de las empresas. Y para que la transformación se produzca tenemos que fijar objetivos y medirlos de forma homogénea y clara.
En el segundo grupo de retos, encontramos aquellos asuntos que están surgiendo en gran medida por el momento que vivimos: atención especial al incremento de las desigualdades, mejora de capacidades para hacer un buen uso de la tecnología (reskilling y upskilling), crear entornos de IA responsable porque llega para quedarse. Diversidad, equidad e inclusión siguen siendo relevantes y cobran importancia la diversidad generacional debido al creciente envejecimiento de la población. La gestión, cuidado y mejora de la cadena de valor de las compañías, que también incluyen productos que cumplen con los requisitos AAAQ.
Porque los retos sociales son también retos empresariales y las empresas más competitivas serán aquellas que sepan resolver los desafíos sociales. No cabe duda de que sin una sociedad sana no es posible tener empresas robustas.