ENTREVISTA

Las agendas de RSE ponen un mayor foco en el alineamiento con el negocio


Germán Granda,

director general de Forética

Germán  Granda 27/02/2019

Forética ha presentado el “Informe Forética 2018 sobre la evolución de la RSE y la Sostenibilidad”, bajo el subtítulo “La recompensa del optimista”. Se trata de la séptima edición de este estudio que, desde el año 2002, analiza las tendencias que marcan la agenda de la Responsabilidad Social Empresarial, a nivel nacional e internacional, y presenta una fotografía del grado de implantación y desarrollo de la misma. En esta entrevista abordamos la situación de la RSE y de su evolución en los últimos tiempos con el director general de Forética, Germán Granda.

 

El informe de Forética asegura que la RSE ha pasado del “ciclo optimista” al “ciclo de la convicción”. ¿Qué significa?

El “ciclo del optimista” se caracterizó por una Responsabilidad Social Empresarial liderada por las empresas y una supremacía de los estándares de sostenibilidad. Los primeros visionarios anticipaban que la RSE se convertiría en un instrumento fundamental para la mejora del bienestar de la sociedad y, al mismo tiempo, en un atributo clave de gestión empresarial y un factor de  competitividad en la economía global. El actual ciclo, “el ciclo de la convicción”, ha conseguido incorporar a gobiernos e instituciones supranacionales como agentes aceleradores de la agenda global, y viene caracterizado por la irrupción del soft-law como herramienta de atracción de una mayoría temprana de empresas. Las agendas de Responsabilidad Social de las empresas han pasado de un nivel de baja madurez, basado en la reputación, a un grado de mayor foco en el impacto, centrado en el alineamiento con el negocio.

 

¿Cómo se ha hecho realidad este cambio?

En los últimos años hemos visto el avance de las administraciones públicas en el establecimiento de la Agenda Global y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En España, ello se ha traducido en la creación de un Alto Comisionada para la Agenda 2030 y las Comunidades Autónomas han creado sus propias estructuras.

Además, a nivel legislativo, se ha aprobado la Ley de contratos del sector público, que incorpora la demanda de criterios sociales y ambientales en las compras públicas, la Ley de información no financiera y diversidad, que aumenta la exigencia de la directiva europea porque amplía el número de empresas y establece la obligatoriedad de realizar auditorías externas, la CMNV aprobó el Código unificado de buen gobierno de las sociedades cotizadas… Se trata de iniciativas que han potenciado que las empresas tengan este tipo de foco.

Por otro lado, también hablamos de convicción porque la RSE ha pasado de ser una posibilidad a que los inversores demanden criterios sociales, ambientales y de buen gobierno, a la hora de establecer los posibles riesgos de sus inversiones y analizar la futura rentabilidad de las mismas.

 

¿Todas las empresas se encuentran en esta fase?

Básicamente, las grandes empresas son las que se encuentran en este momento porque son las que tienen una mayor presión, tanto regulatoria como de los inversores. Ello ha llevado, por ejemplo, a que un 30% de las empresas del IBEX 35 hayan creado una comisión de Responsabilidad Social y Sostenibilidad dentro de sus consejos de administración. Es un hecho que se está convirtiendo en tendencia entre las grandes empresas y que va a generar un efecto en cascada porque desde el momento en el que el gobierno de la organización demanda información sobre estos aspectos, las áreas de  Responsabilidad Social se van a transformar hacia temas más reputacionales, de comunicación o de reporting y van a tener que trabajar con otras áreas de la organización como finanzas u operaciones.

 

El informe habla de una tercera fase, “el ciclo pragmático”. ¿Por donde pasa el futuro?

La fase pragmática es la que arrastra al consumidor. Cada día vemos más señales de que la ciudadanía está más informada sobre aspectos de sostenibilidad y ello constituye el ingrediente fundamental para el florecimiento  del consumidor consciente. Se trata de un perfil de consumidor cada vez más preocupado por el impacto de los productos y servicios que adquiere y disfruta.

Muestra de ello es que la notoriedad del concepto de RSE se ha incrementado sustancialmente durante los últimos años. Un 76% de la población española declara haber oído alguna vez hablar de la Responsabilidad Social de las empresas, frente al 53,8% en nuestra anterior edición. Sin embargo, este  incremento en la notoriedad no se refleja en una mayor nitidez en torno al significado de la RSE. Solo un tercio de los ciudadanos que declara haber escuchado el término alguna vez sabía con claridad lo que significa.

 

Con hitos como el Acuerdo de París o la aprobación de los ODS, el medio ambiente se sitúa en el centro de la acción. ¿Considera que es el principal desafío?

El principal reto que tenemos encima de la mesa es el cambio climático y, efectivamente, en el informe vemos que los dos elementos de empuje a nivel de Agenda Global son los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París.

En este sentido, los objetivos de la Unión Europea para la transición hacia una economía baja en carbono en 2050 y el borrador de la Ley española de cambio climático, que se alinea con los objetivos europeos, generarán cambios en diferentes sectores. El sector de la automoción es el más claro, pero también provocará una transformación del alimentario, financiero, asegurador… Es fundamental que las compañías cambien su forma de operar y de invertir porque el cambio climático genera presión migratoria y desigualdades. El cambio climático ha tomado la agenda, pero creemos que hay otros retos importantes como, por ejemplo, la desigualdad.

 

¿Cuáles son los retos en desigualdad?

En el ámbito de desigualdad, un reto no resuelto es la de género y vamos a ver un incremento de la regulación en relación a la transparencia de las empresas en cuanto a la brecha salarial. Es un tema que ha funcionado muy bien en el Reino Unido, donde cinco empresas iniciaron políticas de transparencia en este sentido y ha generado un efecto al que ahora se han sumado 5.000 compañías. De momento, la ley no obliga a esta transparencia, pero es una forma de poner la lupa en aquellas compañías que lo hacen bien y en las que lo hacen mal.

Y, por otra parte, tenemos que abordar la desigualdad vinculada a la incorporación de la tecnología. En el ámbito del futuro del trabajo, la mayoría de estudios apuntan que la irrupción y consolidación de las nuevas tecnologías conllevarán un impacto positivo a nivel global, pero en ese impacto positivo hay ganadores y perdedores.

 

¿Qué hacemos con la gente que se queda fuera?

Consideramos que, en el fomento de la Responsabilidad Social, las empresas no deben olvidar el fomento del empleo y de la empleabilidad, especialmente de los jóvenes. Nos tenemos que plantear cuáles son los trabajos que van a permitirles tener un futuro y, si estos están relacionados con la tecnología, formarles y desarrollarles.

 

Los ODS también han marcado 2018 en materia de RSE. ¿Considera que las memorias de sostenibilidad se están tiñendo de colores?

Los ODS son buenos para marcar la Agenda Global, los temas relevantes y, probablemente, para generar alianzas entre gobiernos y empresas que permitan solucionar los temas fundamentales. Lo importante es que cada empresa establezca sus prioridades y no que sus acciones se diluyan en 17 colores.

Por ejemplo, el cambio climático es un tema crítico para una empresa del sector de la automoción y gracias a los ODS, a la actuación de los gobiernos y a la posición de los inversores ello debería centrar su agenda. Tenemos que evitar que se produzca un “ODS whasing” y que gracias a la Agenda Global estas prioridades entren en el circuito de empresas responsables y sostenibles. Y en esa tarea, todos debemos ser rigurosos: los inversores a la hora de categorizar a las empresas en sostenibilidad y los gobiernos a la hora de reconocer acciones. Vemos una preocupación a nivel global de que una mala comprensión de los ODS genera un efecto de pérdida de tiempo, de discusiones sin sentido en lugar de poner el foco en los temas reales. Considero que los ODS son una oportunidad muy valiosa, pero obviamente necesitan un buen enfoque.

 

Este año también ha tomado un gran impulso la medición del impacto social. ¿Qué opinión le merece?

Las empresas están interesadas en saber cómo se mide el impacto social y qué metodologías existen, siempre con un afán de comprender, en un mundo de recursos finitos, dónde tendrían que volcarse para impactar de una forma real y efectiva. Ya no buscan el viejo impacto social de realizar una donación y medir el número de beneficiarios, sino que buscan poder cambiar decisiones dentro de la organización que permitan generar productos o servicios que resuelvan problemas. Las empresas están más preocupadas por mejorar sus operaciones  y su impacto.

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