Víctor Viñuales
08/05/2022

Antes, la sostenibilidad era de gente alternativa y, ahora, es la alternativa

Víctor Viñuales, director ejecutivo de ECODES

El cambio climático ya no es un problema que preocupe a unos pocos. Los estados, las empresas y la sociedad civil, a nivel mundial, se han dado cuenta de su importante impacto, sus consecuencias y de la necesidad de realizar cambios para lograr una economía descarbonizada. Pero pese al acuerdo en el camino, todavía hay discrepancias sobre la velocidad que se debe imprimir al cambio. En esta entrevista, hablamos con el director ejecutivo de la Fundación Ecología y Desarrollo (ECODES), Víctor Viñuales, sobre la importancia de adoptar cambios rápidos e inminentes que lleven a un nuevo modelo económico compatible con los límites del planeta.

Dos años después de la irrupción de la COVID-19, ¿estamos viendo la gran relación existente entre pandemias y cambio climático?

Es algo que estamos aprendiendo y se expresa en el lema “One health”, que subraya que la salud del planeta, la salud de los animales y nuestra salud están totalmente interrelacionadas. No es posible tener una buena salud humana en un planeta enfermo y esto refuerza la idea de construir una economía que no dañe la salud del planeta ni de las personas. De alguna forma, esto tiene mucha relación con el cambio climático porque una de sus consecuencias es su efecto en la salud.

 

¿En qué punto nos encontramos en la lucha contra el cambio climático? 

Se están produciendo dos fenómenos. Por un lado, están aumentando el número y la gravedad de las catástrofes climáticas ya sean incendios, inundaciones, temperaturas nunca vistas… y estamos viendo las consecuencias de todo tipo que el cambio climático está comportando. Y, por otro lado, en Europa y Estados Unidos estamos viendo cómo las migraciones están condicionando el mapa político y los debates sociales. El cambio climático se está mostrando como un tremendo factor que lo está cambiando todo y aumenta la preocupación y la sensibilización. Y, a su vez, se están produciendo cambios muy significativos porque ahora la tecnología ya no soloes mejor climáticamente, sino también es mejor económicamente. Estamos entrando en un tiempo nuevo en el que la sostenibilidad y la construcción de una economía descarbonizada está centrando el debate.

Estamos entrando en un tiempo nuevo en el que la sostenibilidad y la construcción de una economía descarbonizada está centrando el debate

A finales del año pasado se celebró la COP26 en Glasgow. ¿Qué opinión le merecen los acuerdos alcanzados?

En las cumbres del clima se celebran dos cumbres paralelas. Por un lado, la del consenso en la que 197 países tienen que alcanzar un acuerdo por unanimidad, con las dificultades que ello supone teniendo en cuenta que entre esos 197 países hay grandes, pequeños, países petroleros… Así y todo, en la COP26, por primera vez se acuerda que hay que acabar los combustibles fósiles, se establece el máximo del 1,5ºC y los países se emplazan a acudir a la próxima Cumbre de Egipto con compromisos actualizados de reducción de emisiones. Es decir, ha habido un avance, pero es insuficiente porque la única forma de alcanzar el consenso por unanimidad y llegar a la meta juntos es ir al ritmo del más lento.

Frente a esa COP del consenso existe la COP de los acuerdos voluntarios de países, empresas y entidades financieras.  En esa “segunda COP” han habido muchas iniciativas y eso conforma, desde mi punto de vista, un nuevo orden económico mundial. Por ejemplo, 450 entidades financieras dijeron que iban a invertir 130 trillones de dólares en la descarbonización o 110 países decidieron reducir las emisiones de metano en un 30% para el año 2030. Esto lanza un potente mensaje: a los que no han firmado les fuerza a firmarlo y los que han firmado les obliga a cumplirlo. 

 

Europa está tomando la delantera en la lucha contra el cambio climático y la reducción de emisiones. ¿Va por el buen camino?

Hay varias maneras de ver la actuación de Europa en este tema. Por un lado, aunque en la actualidad Europa es la responsable de la décima parte de las emisiones de gases de efecto invernadero, históricamente ha sido, junto a Estados Unidos, la responsable de las dos terceras partes de las emisiones mundiales y ello provoca que haya tenido un papel relevante en la generación del problema. Por ello, los países más desarrollados tienen que aportar ese ese fondo de 100.000 millones anuales y la legislación europea condiciona e inspira muchas legislaciones mundiales. 

En este sentido, Europa ha hecho una apuesta para desarrollar un tejido económico y unos sectores industriales que ayuden a la descarbonización mundial, es decir, que hagan una apuesta por la descarbonización lo cual interesa al programa común de la comunidad. Pero, además, eso posiciona a las empresas europeas para que, de una forma más egoísta, una parte de las oportunidades que se generen en ese proceso de descarbonización sean aprovechadas por estas.

 

Para cumplir el objetivo de reducción de emisiones del 55% en 2030 o la neutralidad en carbono en 2050, Europa necesita empresas más sostenibles, responsables, menos contaminantes… ¿Qué le parece la actuación empresarial? 

Estamos en un tiempo muy nuevo donde el río de la sostenibilidad tiene un caudal creciente porque hay importantes afluentes que lo engrosan. Hay muchas empresas que sienten temor ante los cambios regulatorios que se están produciendo y, entonces, se mueven en esa dirección por miedo. Otras, se ven empujadas en esta dirección por interés, porque en la Cumbre de Glasgow el sector financiero se compromete a invertir 130 trillones de dólares en descarbonización y el Plan de Recuperación destinará a España 140.000 millones de euros y, al menos, un 30% de esas inversiones debe tener un componente claramente ambiental. Eso significa que si la empresa no va en esa dirección se va a quedar sin financiación pública ni privada. Y, también, hay empresas que por propia convicción de sus propietarios, accionistas, directivos o trabajadores concluyen que no es ningún chiste hacerse ricos arruinando a la sociedad en la que viven. También hay un conjunto de factores en la opinión pública que, siendo consciente de que cada vez las empresas tienen más poder, les piden más responsabilidad y está empujando en esa dirección. En definitiva, existen una serie de factores que ahora están cambiando la atmósfera empresarial porque, antes, la sostenibilidad era cosa de gente alternativa y ahora es la alternativa. 

 

Era necesario que la financiación tendiera a una economía verde, inclusiva y responsable. ¿Lo hemos conseguido?

En temas de inversión se han dado pasos muy importantes. En septiembre 2019, el entonces secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, convocó una reunión y en aquel momento entidades financieras no tenían financiación comprometida con objetivos de descarbonización. Dos años después son 130 trillones de dólares. Por temor, por interés o por convicción, en el campo de la inversión se han producido cambios muy importantes y relevantes.

 

Las finanzas son una piedra angular, pero hay otros sectores con mucha responsabilidad como el energético o la automoción. ¿Están por la labor?

Ahí también se han producido cambios muy importantes. Antes había un cuestionamiento de la mayor, se cuestionaba la dirección. Ahora ya nadie cuestiona el camino, pero sí la velocidad. Hay una asunción de que la movilidad sostenible es el único camino y no existe ninguna automovilística que apueste por los motores de combustión. Otro tema es el ritmo para hacer el cambio de tecnología. Por su parte, ahora las energéticas se definen como empresas de energías renovables. La metamorfosis de muchas empresas ha sido enorme.

Tenemos que rehacer nuestra economía, hacerla compatible con los límites de la naturaleza

Lo que sucede es que estamos ante un gravísimo problema y tenemos que actuar ya y con rapidez, de una forma profunda y masiva. Pero también es cierto que para que las cosas cambien de verdad tenemos que cambiar tecnologías, cultura y valores, y muchas veces donde vemos una mayor resistencia es en el cambio cultural y de valores porque las tecnologías ya existen.

 

Hace unas décadas conseguimos proteger la capa de ozono. ¿Por qué no logramos lo mismo con el cambio climático? ¿Por donde pasa la solución al problema? 

La lucha contra el agujero de la capa de ozono es una historia de éxito de la Humanidad. Lamentablemente, el cambio climático es mucho más difícil porque no solo hay que cambiar tecnologías, hay que cambiar el sistema. No solo existe un problema climático, es un problema de choque de la economía con la naturaleza que está relacionado con la contaminación, la pérdida de biodiversidad… Tenemos que rehacer nuestra economía, hacerla compatible con los límites de la naturaleza y la gran dificultad es que tenemos que hacer cambios profundos de forma muy rápida.

 

Y en ese escenario, ¿cuál es el papel del consumidor?

El consumidor es un ejército dormido que si estuviera despierto y activo sería mucho más potente que estados y gobiernos. No se trata solo de ideas sino de los hechos porque cada vez que compramos estamos eligiendo el mundo en el que queremos vivir y, a veces, hacemos compras que nos llevan a un mundo deseable y realizamos otras que nos abocan a un mundo indeseable. Tenemos que repensar nuestro modelo de vida y pensar si la felicidad pasa por tener muchas cosas o más y mejores relaciones.

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