Antoni Ballabriga
07/04/2021

Los bancos fijarán objetivos sostenibles por sectores y esto va afectar a la oferta de productos y servicios y a la financiación de las empresas

Antoni Ballabriga, copresidente del Comité Directivo de UNEP FI

La Iniciativa Financiera del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP FI) es una alianza entre ONU Medio Ambiente y el sector financiero global, creada en 1992, para promover una financiación sostenible. Hoy en día la alianza agrupa a más de 350 instituciones financieras incluyendo bancos, aseguradoras e inversores que trabajan para entender los desafíos ambientales, sociales y de gobernanza actuales, su importancia para el sector financiero y cómo abordarlos en la toma de decisiones y prácticas de mercado. En esta entrevista abordamos con el copresidente del Comité Directivo de UNEP FI y director global de Negocio Responsable de BBVA, Antoni Ballabriga, el rol fundamental que el sector financiero debe jugar en la lucha contra el cambio climático y la reducción de las desigualdades. Todo ello con el objetivo de alcanzar el Acuerdo de París y lograr la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

UNEP FI se creó en 1992 para promover una financiación sostenible. ¿Cómo han evolucionado las finanzas sostenibles en estas tres décadas?

Desde que se creó esta alianza entre el sector financiero y el Programa de Medio Ambiente de Naciones Unidas, que hoy agrupa a más de 350 entidades, se ha producido una evolución exponencial en el mundo de la financiación sostenible que ha tenido dos momentos clave en los últimos cinco o seis años y que han provocado una aceleración muy importante. Un momento clave en esta evolución es la firma del Acuerdo de París y la aprobación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), en 2015. Un año en el que, además, Mark Carney, en su rol de gobernador del Banco de Inglaterra y presidente del Consejo de Estabilidad Financiera, pronuncia un discurso en la sede de Lloyd’s de Londres en el que afirma que el cambio climático es un riesgo sistémico ante el cual el sistema financiero tiene que anticipar la gestión de este riesgo y movilizar la financiación sostenible para mitigar sus consecuencias. Estos tres hitos en 2015 configuran un cambio radical porque representan una primera fase en la que se toma consciencia, se afirma que el sector financiero tiene un rol importante a jugar en el ámbito climático y hay un proceso de sofisticación.

 

¿Y el segundo momento clave?

En 2018 se inicia una segunda fase, que es en la que nos encontramos actualmente y en la que se ha producido un cambio exponencial, de mayor presión al sector, tanto desde la perspectiva del inversor, con las famosas intervenciones de Larry Fink advirtiendo de que la sostenibilidad iba a formar parte del core de la propuesta de valor de los productos y servicios de BlackRock, como por parte de la Comisión Europea que, desde el punto de vista regulatorio, lanzó el Plan de Acción de Finanzas Sostenibles. Otro fenómeno importante también es que la regulación tiene un ángulo en cuanto a supervisión bancaria. Es decir, a la luz del Acuerdo de París se creó la Network of Central Banks and Supervisors for Greening the Financial System (NGFS) que es la red de supervisores para enverdecer el sistema financiero. En sus inicios se incorporaron ocho entidades supervisoras, pero actualmente ya forman parte más de 80 supervisores entre ellos el BCE, la Fed o el Banco de China.

El Plan de Acción de Finanzas Sostenibles implicará un cambio real porque los bancos vamos a necesitar más información y datos de nuestros clientes

A mediados de 2019, UNEP FI publicó los Principios de Banca Responsable, que ya han firmado más de 200 entidades financieras de todo el mundo. ¿Cómo valora el impacto de estos Principios?

Los Principios son un marco de referencia para los bancos que quieran impulsar la sostenibilidad desde su negocio y todo banco que los firma asume el compromiso de integrar la sostenibilidad en su estrategia, en su modelo de gobernanza, en hacer engagement con los clientes y los stakeholders, en reportar… De hecho, los 130 bancos que firmamos en septiembre de 2019 tenemos que haber publicado nuestro informe de progreso en el mes de marzo, preferentemente verificado por un tercero, donde expliquemos el grado de avance y cumplimiento de cada principio. Evidentemente hay organizaciones que consideran que necesitamos ir más rápido, pero en general el marco ha sido muy bien recibido, con mucho reconocimiento, aunque los avances los veremos cuando los bancos fijen sus objetivos en áreas clave y publiquen los resultados de esos objetivos. En nuestro caso, en BBVA ya hace años adquirimos el compromiso de movilizar 100.000 millones de euros y ya hemos llegado a los 50.000 millones.

 

Fruto de esta iniciativa se ha creado el Civil Society Advisory Body. ¿En qué consiste?

Desde UNEP FI hicimos un llamamiento a entidades sociales con distintas sensibilidades o prioridades tanto en el ámbito ambiental o climático, de derechos humanos, de transparencia… para crear el Civil Society Advisory Body. La misión de este foro es revisar cómo se están implantando los Principios, proponer recomendaciones de mejora y retar a la iniciativa colectiva para contar con esta visión multistakeholder. Hoy en día, más de 40 entidades se han ofrecido a participar en este Advisory Body y cabamos de anunciar cuáles son las 12 entidades que realizarán este trabajo. Es una acción que aportará credibilidad a la iniciativa, porque más allá de que los bancos integren estos objetivos en su estrategia y en su gobernanza, el éxito y la utilidad de los Principios radicará en la medición y la publicación de los resultados.

 

¿Qué opinión le merece el nuevo conjunto de métricas ESG que presentó el World Economic Forum (WEF) para el desempeño del definido como nuevo capitalismo?

Valoramos positivamente la iniciativa y la vemos muy oportuna. Creemos que se trata de una propuesta bien ordenada y estructurada en los cuatro pilares de Planeta, Personas, Prosperidad y Gobernanza; y se ha elaborado a partir de estándares que ya están en el mercado y hace un compendio de métricas voluntarias para todas las compañías. Muestra de ello es que en BBVA nos hemos comprometido a implementar este sistema de métricas en nuestro reporting. También hay que destacar que existe una voluntad para que, en la medida de lo posible, se converja a nivel internacional en un modelo único de reporting, en un estándar. Por este motivo, creo que la iniciativa tendrá una cierta temporalidad porque hay que crear el espacio necesario para mantener un diálogo tanto con los estándares internacionales en esta materia como con la Comisión Europea.

Existe una voluntad para que se converja a nivel internacional en un modelo único de reporting

A ello se suma la Directiva Europea de Información no Financiera y Diversidad. ¿En el resto de las geografías existe una regulación similar?

No, hay otras geografías que pueden tener normativas similares, pero Europa va claramente por delante. A diferencia del International Financial Reporting Standards (IFRS), la aproximación europea es más ambiciosa y busca un estándar holístico en el sentido que no solo se quede en clima, como en el caso del IFRS, sino que además de la vertiente ambiental contemple la social. Otra diferencia es que Europa quiere poner encima de la mesa la doble materialidad, es decir, que no solo velemos por lo que implica el cambio climático en el riesgo financiero de las compañías, que es lo que piden desde el punto de vista del Task Force on Climate-related Financial Discloisures (TCFD) y los inversores, sino que también hay que incorporar métricas sobre cuál es mi impacto a través de mis clientes o a través de mi actividad.

 

¿Qué otros cambios va a comportar?

Más allá de iniciativas como la del WEF, que vamos a aplicar algunas compañías globales, el Plan de Acción de Finanzas Sostenibles implicará un cambio real porque los bancos vamos a necesitar más información y datos de nuestros clientes. Esto se traducirá en que muchas compañías que pensaban que esta información solo era relevante para inversores, porque eran empresas familiares o de 250 trabajadores, van a tener que proporcionar estos datos tanto al regulador como a las entidades financieras.

El sector financiero tiene un rol fundamental de acompañar a las empresas y a los ciudadanos que toman esas decisiones, pero necesitamos ese cambio sistémico

Hace un año declaró que el traslado masivo de valor de unas actividades y sectores a otros sería la mayor disrupción experimentada en cualquier actividad económica en la historia de la humanidad. ¿Cómo puede contribuir el sector financiero a esta transformación disruptiva?

Necesitamos una transformación total de cómo vivimos y cómo consumimos los seres humanos, y ello implica que se tendrá que producir un cambio en los comportamientos. El sector financiero actúa como middleman, un actor clave para que el cambio sea posible, pero necesitamos un conjunto de medidas para que esto suceda, empezando por incentivos con una visión sistémica que los reguladores tienen que poner sobre la mesa.

 

¿Se refiere a subvenciones?

Más allá de subvenciones, hablaría de mecanismos para que los actores económicos tomen decisiones racionales e incorporen estas externalidades en su toma de decisiones. Esto, a veces, tiene que articularse en una política fiscal donde quien contamine pague y quien no contamine o evite contaminar se beneficie. Pero además de generar estos mecanismos para que la toma de decisiones sea correcta, también hay que crear certidumbre, desde el punto de vista de tener políticas públicas con suficiente plazo y muy orientadas a la realidad de cada industria que converjan en una visión de objetivos comunes. Además, todo ello requiere inversiones y trade off porque habrá ganadores y perdedores, pero tendremos que articular medidas que mitiguen las consecuencias y garanticen una transición justa que no deje a nadie atrás. En este campo de juego que fijen los reguladores, el sector financiero tiene un rol fundamental de acompañar a las empresas y a los ciudadanos que toman esas decisiones, pero necesitamos ese cambio sistémico.

 

¿Por qué el cambio es tan masivo e inédito?

En primer lugar, porque el cambio climático afecta a todas las industrias en mayor o menor medida, estamos ante un cambio transversal comparado con otras disrupciones que hemos tenido en el pasado. Además, es un riesgo cierto, pero tiene un nivel de incertidumbre muy elevado, motivo por el cual hay muy pocos incentivos de forma natural para que se tomen las decisiones adecuadas para gestionar ese riesgo. Y ahí tenemos el riesgo del horizonte, es decir, cuando queramos actuar quizás sea tarde. Hoy tenemos que tomar decisiones que impactan en el valor futuro que realmente tendrá la sociedad y, por lo tanto, es otra realidad muy diferencial. No hay vacuna para el cambio climático y, si dentro de 30 años no lo hemos conseguido gestionar bien, varias estimaciones apuntan que el coste puede ser alrededor del 10% del PIB de media. Y luego requiere una transformación de modelo productivo, que hoy no está disponible y requiere inversión en innovación. En algunas industrias se ha conseguido avanzar y que sea rentable, como en el sector de la energía renovable, pero hay otros sectores donde todavía no se han podido conseguir las tecnologías adecuadas. Y todo ello sumado a las realidades y distintos puntos de partida de las diferentes geografías del mundo. Por lo tanto, la disrupción en los negocios va a ser brutal y los bancos tenemos un rol importantísimo para mitigar el coste de esta transición que va a llegar sí o sí, para que sea lo más ordenada posible y tenga el menor coste para las empresas y las personas.

 

Ante este panorama, este año se celebrará la Cumbre de Glasgow, la COP26. ¿Qué se espera de esta cita?

Según el Acuerdo de París, en la COP26 los países firmantes tienen que publicar las Nationally Determined Contributions (NDC), que son sus objetivos de descarbonización. Así que será un año clave porque hay que celebrar que Estados Unidos se ha incorporado de nuevo al Acuerdo y ha anunciado que quiere que su economía sea carbón neutral en el 2050, como en Europa. Si a ello le sumamos que China será carbón neutral en 2060, llegamos a los dos tercios de las emisiones en el mundo encarriladas con el acuerdo de París. Yo creo que son pasos importantes de cara a conseguir no superar el 1,5ºC de calenta- Existe una voluntad para que se converja a nivel internacional en un modelo único de reporting 28-33 E UNEPFI_02.indd 30 23/3/21 15:47 entrevista Mónica Gálvez 31 miento global en 2050 y llegar a que el mundo sea neutro en carbono en 2070 para no superar los 2ºC. Son objetivos cruciales y la cantidad de inversión o movilización que requiere uno u otro no son comparables.

 

Ello añade presión al sistema financiero…

Efectivamente, existe una gran presión en los bancos y en el sistema financiero para fijar objetivos que vayan en esa línea. Ahí destacaría dos iniciativas de UNEP FI muy relevantes para implementar los Principios de Banca Responsable en el área climática: la Net-zero Asset Owner Alliance, que es la iniciativa promovida por inversores, y la Collective Commitment to Climate Action, promovida por bancos. La Global Sustainable Alliance está firmada por cinco trillones de dólares y se ha comprometido con el objetivo del 1,5ºC y en la Collective Commitment to Climate Action nos hemos comprometido con el Acuerdo de París, que te da ese margen de 1,5ºC a 2ºC, y estamos trabajando porque cada banco establezca su objetivo. En definitiva, más allá de la COP26, el sector privado se está organizando para crear un movimiento sistémico y alineado que provocará que los bancos fijen objetivos por sectores y alineamiento, lo que afectará a la oferta de productos y servicios y a los incentivos para que las personas cambiemos nuestra manera de consumir y de invertir.

 

¿Hasta qué punto impactarán estos objetivos sectoriales?

Estamos en el momento de cambiar las políticas de gestión de riesgos de los bancos con sectores prioritarios, como el gas, las utilities, la automoción... El día que los marcos sectoriales incorporen criterios climáticos y de sostenibilidad, esto se trasladará a la oferta de productos y servicios y en BBVA hemos decidido que este año vamos a fijar objetivos específicos para determinados sectores para garantizar que hacen la transición hacia el Acuerdo de París. Por ejemplo, en las eléctricas el indicador clave es la emisión por kW producido y eso depende del mix energético. El mundo está en 500 gramos por kW producido y los clientes de BBVA están en unos 300, pero para llegar al objetivo de 2050 hay que pasar de los 500 gramos a los 80 gramos por kW. Nosotros vamos a fijar objetivos con nuestros clientes para que esos 300 se reduzcan a 80, condicionado por las medidas de los créditos de los bancos. Lo mismo sucederá con otros sectores, como el automovilístico: en 2030 la mitad de los vehículos tiene que ser eléctrico y hoy solo lo es el 3%.

 

El grifo de la financiación va a ser determinante...

Sí, y los bien posicionados, con buena estrategia y buen plan tendrán más facilidades. Por contra, los que no se adapten a este cambio tendrán más dificultades en financiación y en otros muchos temas. ‘Alinear’ se refiere a esto: valorar sector a sector y cliente a cliente. Para los bancos, a día de hoy las emisiones de un proyecto suponen una información cualititativa pero creo que en un par de años será claramente cuantitiva y se incorporará en nuestros scorings finacieros, no como algo complementario sino como algo fundamental. Esto va a llegar muy rápido.

 

En los últimos años, la Inversión Socialmente Responsable ha evolucionado mucho, desde la utilización de criterios de exclusión a pensar en una inversión de impacto. ¿Cómo podríamos definir la ISR?

Entre los objetivos de impacto financiero y los objetivos de impacto social o ambiental hay un continuum. Lo que hoy comúnmente se denomina inversión responsable, en grandes cifras, es la inversión que se realiza en compañías con un buen desempeño en criterios ESG. Ahora, gracias al Plan de Acción de la Comisión Europea se va a defi nir claramente qué actividad se puede considerar sostenible y para ello se ha creado esta taxonomía que, en defi nitiva, es un diccionario que te permite clasificar las actividades son sostenibles. No obstante, se ha realizado una clasifi cación muy estricta, bastante binaria, y ha provocado un cierto interés por parte del sector financiero para que tenga una visión más inclusiva y ofrezca una idea de la transición que tiene que hacer la economía, en su conjunto. La sensación que hay es que, simplificando mucho, si somos muy binarios conseguiremos que en un pequeño grupo de actividades haya una sobreincentivación para que se promuevan y no haya incentivos o no se financien las actividades de transición. Al final, la inversión responsable es canalizar flujos de inversión en esas actividades que de momento se han definido para el clima, pero que también se van a definir para otros objetivos ambientales y sociales, para que tengan un impacto relevante. Mientras que la inversión pura de impacto, hoy en día, todavía es muy de nicho porque realmente no está resuelta la medición del impacto social y medioambiental.

 

Llevábamos muchos años con tasas de reducción de la pobreza en el mundo, pero la pandemia ha producido un retroceso. ¿Hasta qué punto la COVID-19 puede suponer un freno en el impulso del desarrollo sostenible y de las finanzas sostenibles?

La COVID-19 ha acelerado todavía más la necesidad de invertir en un modelo de economía más resiliente, que incorpore esta visión climática y los ODS, porque ha afectado indudablemente a los más vulnerables. Y, afortunadamente, más allá de las primeras intervenciones por parte de las autoridades monetarias de dotar de liquidez al mercado, los gobiernos enseguida han empezado a poner recursos encima de la mesa para una recuperación que la están condicionando, acertadamente, a modelos de recuperación que proporcionen una recuperación más resiliente, alineados con su estabilidad y que sea una recuperación justa e inclusiva. En esta línea se enmarcan los fondos Next Generation EU o el plan anunciado por el presidente norteamericano Joe Byden. En Europa, el 37% de las inversiones van a estar condicionadas a temas climáticos y el 20% al ámbito digital. Va a ser complejo gestionar esta masa ingente de fondos hasta que finalmente se cierren todos los acuerdos, pero ahí el Estado tiene que articular medidas y el sector financiero va a tener un rol importante para dar capilaridad a los proyectos. Estamos plenamente convencidos de que la recuperación tiene que estar, más que nunca, muy vinculada a sostenibilidad. 

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