Antoni Ballabriga
31/05/2023

España tiene pensar en grande y se dan las condiciones para que así sea

Antoni Ballabriga, copresidente de Comité Directivo de UNEP FI

Creada en 1992, tras la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, la Iniciativa Financiera del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP FI, por sus siglas en inglés United Nations Environment Programme Finance Initiative) es una asociación global establecida entre el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) y el sector financiero.​ La UNEP FI está formada por 215 miembros de instituciones financieras y 41 instituciones de apoyo. Entre estos miembros se encuentran bancos, inversores y compañías de seguros. La UNEP FI busca involucrar al sector privado y al sector financiero mundial,​ así como fomentar una mejor aplicación de los principios de sostenibilidad en todos los niveles de las operaciones de las instituciones financieras. Su objetivo también ha sido inspirar a sus miembros para que tengan en cuenta las cuestiones medioambientales, sociales y de gobernanza en sus relaciones y operaciones con sus clientes.

En noviembre de 2022, la Net Zero Banking Alliance (NZBA), liderada por la industria y convocada por la ONU, publicó su primer Informe de Progreso coincidiendo con la COP27 de Egipto. ¿Cómo valora este primer informe?

Después de la creación de la Alianza, en abril de 2021, hoy ya somos 125 bancos, con 73 billones de dólares en activos que representan un 41% de los activos globales bancarios en el mundo. Efectivamente, en noviembre publicamos el primer informe de progreso que establece que, en los próximos 18 meses, los bancos tienen que publicar objetivos a nivel de sector, basados en la ciencia, con un escenario Net Zero y con horizonte 2030 en aquellos sectores que son más intensivos en emisiones en sus carteras. Aunque éramos los 43 bancos fundadores los que estábamos obligados a ello, se presentaron más de 60 informes, con lo cual hay entidades financieras que se anticiparon de forma voluntaria al compromiso y la valoración, en este sentido, es claramente positiva. Se han abordado sectores clave en la descarbonización de una forma amplia, como el sector de generación eléctrica, el carbón, el gas&oil… sectores donde ha habido una mayoría de bancos que, efectivamente, han fijado objetivos ambiciosos.

Una vez que las entidades financieras se van marcando objetivos en cuanto a financiación climática, ¿cuáles son los siguientes retos de UNEP FI?

Una de las prioridades de la Net Zero Banking Alliance es seguir creciendo en miembros y especialmente en Asia-Pacífico, bien sea en India y en China, así como en otras regiones como África o América Lantina donde queremos tener todavía más cobertura.

Evidentemente habrá watchers que siempre quieran ir más rápido, pero se están cumpliendo los compromisos que se adquirieron y ahora el reto mayúsculo, que nos hemos fijado desde las entidades, es la integración de estos objetivos en nuestro día a día. Es decir, nuestro objetivo no es anunciar objetivos a 2030 por sector, sino cómo estos objetivos se van a incorporar en nuestros business as usual, en nuestras decisiones habituales, en tus políticas de crédito y de riesgo, y cómo esto se integra en el día a día para que las decisiones que se toman hoy estén alineadas con esos objetivos. Entonces, hay que hacer un seguimiento muy sistemático de lo que se está consiguiendo para constatar cómo se materializa la fijación de objetivos.

Al margen de la Net Zero Banking Alliance, está claro que Europa es el continente que tracciona el objetivo de alcanzar la neutralidad climática en 2050, cuando sólo representa el 9% de las emisiones, mientras que China, Estados Unidos, la India, la Federación Rusa y Japón representan, por este orden, los cinco principales países emisores.

¿Cómo vislumbra el avance, en los próximos años, de los mayores protagonistas de emisiones, al margen de Europa?

Esto enlaza directamente con los resultados de la Cumbre de Egipto, la COP27. Lógicamente, hay regiones que van a otra velocidad, especialmente los países desarrollados que, con Europa y Estados Unidos a la cabeza, tienen otras ambiciones. Hemos visto cómo la Ley de Reducción de la Inflación ha supuesto el mayor paquete legislativo jamás ha aprobado en Estados Unidos en temas de temas de cambio climático, y ello provoca que Europa acelere el Green Deal Plan con, por ejemplo, el Green Industrial Plan, recientemente aprobado, para no quedarnos atrás y se tomen medidas para acelerar las ayudas, se faciliten los permisos para acelerar la inversión y se creen mecanismos de incentivos, etc. En definitiva, Europa y Estados Unidos están a la vanguardia en esta carrera y aquí, evidentemente, el gran reto es China que, afortunadamente, en la última cumbre y después del G20, ha vuelto a tener un diálogo constructivo con Estados Unidos en materia climática, con lo cual hay que ser optimistas porque China tiene que estar en la ecuación.

Y, luego, el otro gran tema y el centro de la COP27 fueron los países en desarrollo. Para conseguir descarbonizar el mundo, en esta carrera Net Zero, es necesario invertir dos billones de dólares anuales en países en desarrollo y estamos muy lejos de alcanzarlo. Cabe recordar que el Acuerdo de París proponía movilizar 100.000 millones de dólares cada año desde los países desarrollados a los emergentes y nunca hemos conseguido entregar esta cifra. En 2023 parece que se puede conseguir, pero aun así estamos hablando de 100.000 millones sobre dos billones, es decir, 20 veces más. Y toda esta inversión todavía no se está multiplicando suficientemente por el capital privado, a pesar de que hay dinero disponible en el mercado porque el riesgo que significan las inversiones en países emergentes está muy penalizado, y salvo que se doten de nuevos modelos de risking, nuevos modelos que permitan rebajar o compartir el riesgo a otra escala, pues el capital privado no va a fluir, no va a multiplicar esos 100.000.

Pero en la COP27 se alcanzaron grandes acuerdos como el Fondo de Pérdidas y Daños…

En la COP27 se consiguieron algunos avances, pero nos queda mucho y esperamos poder avanzar en la COP28. La creación del Fondo de Pérdidas y Daños fue algo histórico, no se había abordado nunca, y se han dado pasos como la creación del Plan de Acción de Alerta Temprana que ha activado más de 10.000 millones de dólares en ayudas para hacer frente a catástrofes naturales como las inundaciones que vivió Pakistán. Se trata de un tema necesario, de dignidad, pero no resolverá el problema.

Entonces, el gran reto es, por un lado, acordar en un plazo de dos años duplicar o triplicar ese objetivo de los 100.000 millones para que se empiece a aplicar en 2025. Y, por otro lado, es necesario llevar a cabo una potente reforma que permita multiplicar esos 300.000 millones con capital privado.  Se trata de replicar el modelo que hemos desarrollado con el Next Generation EU, donde el sector privado está triplicando o cuatriplicando la inversión que llega de Europa y los bancos estamos financiando porque se dan las condiciones necesarias.

En este sentido, otra noticia positiva para el sector fue la llamada a la reforma del Banco Mundial y a la financiación pública para países en desarrollo. ¿Qué destacaría?

Efectivamente. Un punto desconocido que valoramos muy positivamente fue la llamada a la reforma del Banco Mundial y a la financiación pública a países en desarrollo, al estilo de lo que supusieron los Acuerdos de Bretton Woods. Es decir, es una llamada de atención para que el Banco Mundial facilite otros mecanismos y fórmulas, y los bancos multilaterales acepten un mayor riesgo para que el sector privado limite el riego y pueda multiplicar la inversión. Afortunadamente, ya está en marcha y el pasado mes de enero el Banco Mundial emitió una hoja de ruta para accionistas y gobiernos de cara a realizar una propuesta de reforma del mandato de Banco Mundial para que pueda ser aprobada en octubre.

¿Qué contempla esta hoja de ruta?

Básicamente se trata de incorporar en el Banco Mundial un mandato de que no sólo priorice la extrema pobreza, sino también el cambio climático y que los países que sean prioritarios para Banco Mundial no solo sean los low income countries, es decir, África, sino también los middle income countries. Es decir, que a la hora de priorizar las ayudas y el destino de esos fondos se tenga en cuenta no solo la extrema pobreza, sino también el impacto climático que pueda tener en las necesidades para hacer esa transición adecuada, y eso te abre la puerta para que otras regiones en el mundo, desde India hasta América Latina, puedan tener un foco de atención por parte del Banco Mundial.

Se está pidiendo también que se replanteen políticas de gestión de crédito con criterios robustos, pero que permitan tener una mayor capacidad para multiplicar, que se acepte el mecanismo de garantías que de una forma más amplia y ambiciosa. Hoy, los bancos multilaterales trabajan bajo la fórmula de Concessional Finance, que es decir que ayudamos a financiar algo más barato, pero esto no moviliza suficiente capital. Lo que funciona es decir que el banco está dispuesto a perder un porcentaje inicial de una operación, porque lo asume un multilateral. Esto sí que atrae mucha más inversión privada y te permite llevarlo a otra escala.

Otra noticia positiva de 2022, en relación con países emergentes, es que se están creando innovadores mecanismos de financiación muy esperanzadores. ¿Cuáles son?

Por una parte, el Just Energy Transition Partnership (JETP) es un mecanismo promovido por gobiernos que llegan a un acuerdo para la descarbonización de un país emergente concreto. Por ejemplo, un país que tiene que cerrar sus minas de carbón y reconvertir a las comunidades dedicadas a esta actividad. Todo parte de la accountability del país y el gobierno en cuestión tiene la ambición de llevar a cabo un plan potente y, además de la ayuda del Banco Mundial, participan con financiación países miembros del G20 provocando, así, que la inversión privada se multiplique. En la COP de Glasgow se llegó a un acuerdo para desplegar en tres años 11.000 millones de dólares en Sudáfrica y en la COP de Egipto se anunció una inversión de 8,5 billones de dólares para India. Previsiblemente, en diciembre, en Dubái se anunciará otro plan para Vietnam.

Y, por otra, hay la Climate Finance Leadership Initiative (CFLI), una iniciativa del sector privado, promovida por Bloomberg por mandato del secretario general de la ONU, António Guterres. En este caso se escoge un país y a una docena de empresas, locales y globales, que identifican las oportunidades relevantes de inversión y financiación que permitan la transformación de ese país. Luego se organizan reuniones multilateraletales para buscar soluciones financieras en esos retos que tiene el país con acuerdos de los Gobiernos, pero promovido por el sector privado. En Colombia, en BBVA copresidimos, junto a nuestro competidor Bancolombia, un grupo de trabajo que en un año ya ha identificado ya 24 oportunidades de proyectos con una cierta escala que transformen el país. Además, hay otro en la India y está prevista la creación de un grupo de estas características en Senegal.

En definitiva, son mecanismos innovadores que añaden optimismo porque muestran que algo está cambiando. De hecho, pienso que 2023 es el año para redefinir la financiación climática en países en desarrollo porque el reto de acelerar la descarbonización también pasa por actuar en los países emergentes.

Durante la celebración de la COP28, de Dubái, España ostentará la Presidencia de la Unión Europea. ¿Qué rol cree que jugará España?

Hay que aprovechar la Presidencia europea para poner en valor lo que tanto el Gobierno, las empresas como la sociedad en general están haciendo en materia de desarrollo sostenible.

España tiene una oportunidad enorme de ser protagonista de esa transformación porque tenemos los activos clave: el sol y el viento. Por lo tanto, tenemos una posibilidad enorme de proyección, no solo para grandes proyectos, también para una generación distribuida.

Y, luego, gracias a Next Generation EU, hay que conseguir que efectivamente España capture oportunidades potentes como el hub de distribución de hidrógeno donde tenemos un gran proyecto con Francia y Alemania. España tiene pensar en grande y, afortunadamente, se dan las condiciones para que así sea.

¿Cómo cree que está afectando la crisis geopolítica y energética mundial a los objetivos de descarbonización?

La guerra en Ucrania está acelerando la hoja de ruta en transición climática. El último informe de renovables de la Agencia Internacional de la Energía -IEA, por sus siglas en inglés- apunta que la inversión en energías renovables esperada para los próximos cinco años será un 30% mayor que la que esperaba un año atrás, con Europa a la cabeza, pero también con la inversión de Estados Unidos.

Evidentemente, un factor clave ha sido la seguridad energética, pero también se han puesto en el centro los objetivos de transición ecológica y de acceso a la energía.

La previsión es que en 2025 el mix de renovables supere al carbón a nivel mundial, a pesar de que continúa siendo muy utilizado en China. Además, según Bloomberg, el año pasado la inversión en energías renovables superó la inversión en combustibles fósiles, con 1,1 billones de dólares.

Según la Encuesta Mundial de Percepción de Riesgos 2022-2023 del Foro Económico Mundial, aspectos como la guerra en Ucrania y la crisis energética han situado a la crisis del coste de vida como la amenaza más grave a la que nos enfrentaremos en los próximos dos años. ¿Esto provocará un aumento, todavía más acentuado, de la desigualdad y la pobreza?

Esta percepción de riesgo está muy marcada por la crisis de inflación que, evidentemente, acaba castigando a los más débiles, pero, tanto en Estados Unidos como Europa, se están tomando medidas para evitar una hiperinflación y vemos que poco a poco se va conteniendo. Con esto, no minimizo el riesgo. El riesgo está ahí, pero estoy convencido de que dentro de tres años el cambio climático seguirá estando en el  top 5 y la inflación, aunque seguirá siendo importante, no estará enntre las principales preocupaciones porque hay un efecto macro de coyuntura.

Dicho esto, evidentemente las desigualdades siguen creciendo, provoca una importante polarización, tanto en los gobiernos como en la opinión pública, y la transición penalizará a más personas vulnerables, con lo que hay que incorporar una visión de transición justa. Los gobiernos y las empresas tienen que activar medidas para gestionar la transición porque del mismo modo que sucedió con la salida del carbón, en su momento, muchos sectores tendrán que transformarse, con lo cual hay que invertir en comunidades, en regiones, en sistemas… Es necesario invertir en reskilling para que las personas sigan teniendo oportunidades en los nuevos empleos. Pero también hay que ver la transición justa en términos de norte-sur y en clave de los países en desarrollo, porque esa transformación les puede penalizar mucho más. Hay que ver esta transición justa a nivel mundial y en sentido global.

¿Cuáles cree que son los grandes retos por afrontar en 2023, tanto a nivel global como en España?

El reto global, realmente, es redefinir cómo abordamos la financiación climática en países en desarrollo para que realmente podamos tener una transición justa global. En este ámbito van a suceder cosas, pero para que ocurran tenemos que trabajar. En clave España, tenemos que simplificar y acelerar la movilización de los recursos que tenemos para que activemos lo antes posible los cambios que debemos realizar. Las empresas tenemos que pensar que, tarde o temprano, la Sostenibilidad afectará a nuestro modelo de negocio y tenemos que integrarla en nuestras estrategias cuanto antes.

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