Según recoge el Observatorio DKV Salud y Medio Ambiente 2015, hasta un 30% de los edificios de oficinas pueden tener problemas importantes en este sentido. Asimismo, algunos estudios estiman que entre el 10 y el 30% de los ocupantes de edificios sufre efectos sobre su salud que están, o se perciben, relacionados con una calidad del aire interior deficiente. Otros estiman que el SEE puede disminuir el rendimiento de las personas en torno a un 25% y reducir un 10% la productividad anual.
Para saber si nos encontramos ante un edificio potencialmente enfermo, hay que tener en cuenta las características que suelen tener estos edificios:
Los principales síntomas de este síndrome son irritación y picor de ojos, nariz, oído, paladar y garganta; dolor de cabeza; síntomas alérgicos (estornudos, taponamiento, lagrimeo); náuseas, mareos y vértigo; resfriados e infecciones respiratorias; sinusitis; erupciones cutáneas; cansancio y fatiga; hipersensibilidades; y asma y respiración dificultosa.
Los síntomas por SEE son más frecuentes por las tardes que por las mañanas, y suelen tener más incidencia en el personal de oficina que en el equipo directivo. También es más frecuente en el sector público que en el privado y las quejas son más frecuentes cuanto menos control tiene el personal sobre su entorno. Aunque en la mayoría de los casos los síntomas son leves, pueden causar molestias a un número elevado de personas empleadas en esos edificios e influir de forma apreciable en los índices de absentismo laboral.
No es fácil llegar a determinar la verdadera causa de las quejas sobre las condiciones ambientales. La dificultad radica en que puede no haber una única causa, sino varias, y la mala calidad del ambiente interior puede deberse a una conjunción y combinación de varios o de todos los factores. El diagnóstico del síndrome de edificio enfermo exige una investigación cuidadosa entre el personal afectado teniendo en cuenta los factores de riesgo y los síntomas.