Japón lleva realizando esta práctica desde 1987, justificada por sus fines supuestamente científicos y amparada por el artículo 8 de la Convención Internacional de 1946 para la Regulación de la Caza de Ballenas. Todo esto pese la oposición internacional. Hasta el momento Japón trabajaba en el Programa Japonés de Investigación sobre Ballenas en el Antártico bajo Permiso Especial (JARPA II), que permitía al país nipón realizar estudios sobre el ecosistema del océano antártico y las poblaciones de ballenas, permitiendo su caza. Australia y Nueva Zelanda, países demandantes, argumentan en su denuncia de 2010 que el programa de caza japonés no se realiza correctamente y esconde fines comerciales. Por su parte Japón cuestionó en su momento la legitimidad del Tribunal de la Haya para decidir sobre la cuestión.
Según indica la reciente sentencia, aprobada por 12 votos contra 4, Japón debe frenar la caza de cetáceos de manera inmediata. 10000 ballenas han muerto durante las dos últimas décadas a manos de balleneros japoneses, ahora éstos se ven obligados a modificar sus programas de caza. Además, la demanda y consumo de carne de ballena ha descendido drásticamente en los últimos años. En otros países también se realiza la caza de ballenas a pequeña escala, como Noruega e Islandia, aunque estas prácticas están prohibidas a nivel internacional desde el 1986.