El “Energiewende” o plan de reconversión energética es el proyecto de cambio energético más ambicioso de todos los países industrializados, y su energía estrella es la eólica. Si actualmente genera el 8% del total energético, para 2030 duplicará lo que ahora producen las nueve centrales nucleares aún operativas, la última de las cuales habrá cerrado en 2022, según informa La Vanguardia. Sin embargo, este impulso a la energía eólica requerirá de la construcción de grandes redes de alta tensión y de la optimización de las ya existentes.
Según informaron las cuatro empresas que se harán cargo de estas redes, se van a construir 3.800 kilómetros de nuevas redes, unas “autopistas energéticas” que ya han generado protestas ciudadanas. Tanto las nuevas líneas como las antiguas generarán campos magnéticos cuyas posibles repercusiones en la salud preocupan a la población, por lo que los ciudadanos piden que los cables estén enterrados. Sin embargo, las compañías rechazan esta posibilidad porque encarecería mucho la construcción.
Tampoco están exentos de controversia los molinos de viento, que a pesar de generar energía limpia, segura y sostenible, pueden tener un impacto medioambiental negativo en las poblaciones animales marinas, en el caso de parques eólicos marinos, o en la superficie forestal en los parques terrestres.
A pesar de los inconvenientes que plantea el “Energiewende”, Alemania parece decidida a afrontarlos y a abandonar la energía nuclear, contra la que existe un importante movimiento ciudadano con más de cuarenta años de trayectoria. Tanto la canciller Angela Merkel como los consorcios eléctricos e industriales alemanes apoyan la reconversión energética.