OPINIÓN

Irresponsabilidad y crisis

Ana Etchevique y Celia Guitian,

vicepresidenta y directora de CECU (Confederación de Consumidores y Usuarios)

Ana Etchevique y Celia Guitian

En 1999 Kofi Annan lanzaba el reto del Pacto Mundial a los poderosos asistentes al Foro Económico Mundial en Davos:… ”os propongo que iniciemos un pacto para compartir valores y principios que den una cara humana al mercado global”.

A CECU, como organización de consumidores, se nos abrió una enorme puerta; podíamos comunicarnos directamente con las empresas para reclamar o proponer comportamientos éticos.

Nuestra larga experiencia con el Comercio Justo nos ha demostrado que es posible conjugar desarrollo comunitario, calidad de los productos, respeto a las normas internacionales de trabajo, a los derechos humanos, al medio ambiente… y todo esto de forma sostenible y con desarrollo económico.

Kofi Annan se refería a la terrible dicotomía…” Entre un mundo que condena a morir de hambre a la cuar ta par te de la humanidad y un mundo que da oportunidades de prosperidad en un entorno saludable. Entre una postura egoísta del “vale todo” que ignora el destino de los perdedores y un futuro en el que los fuertes y afortunados acepten sus responsabilidades con una visión global y liderazgo”.

Este espíritu del Pacto Mundial nos animó, junto a otras organizaciones, a fundar el Observatorio de la Responsabilidad Social Corporativa (www.observatoriorsc.org). Se podía dialogar con las empresas y hacer un seguimiento de sus comportamientos éticos a través de sus memorias. Incluso se crearon grupos de trabajo para sentarnos con ellas y trabajar en la implementación de la RSC, indicadores, prioridades en sus responsabilidades.

Doce años más tarde nos encontramos en un punto de complicado retorno. Lo que llamamos crisis, y etimológicamente lo es, no es como las que recordamos. Los mecanismos para equilibrar los desajustes parece que no sirven y la salida se ve cada vez más lejana.

¿Qué ha pasado esta vez? ¿No íbamos por un mejor camino?

Habíamos permitido que las vacas lleguen a estar demasiado gordas. Nos habíamos lanzado a consumir de una forma desatada. Creímos que la globalización financiera, los gobiernos y nuestros bancos estaban en sintonía con los ciudadanos / consumidores y que trabajaban para facilitarnos la vida. Una vida próspera en la que podíamos llegar a poseer bienes que nuestros abuelos no se hubieran permitido ni en sueños. Dábamos por hecho que la legislación era suficiente para proteger a los ciudadanos y para controlar a los proveedores de bienes y servicios.

…”Sin un compromiso firme y apoyo por vuestra parte (de las empresas) existe el peligro de que los valores universales queden en poco más que unas bonitas palabras”

La confianza era la clave: el director de la sucursal de nuestro banco era un amigo que ayudaba a inver tir bien, ampliar una hipoteca, decidir un fondo de inversión, etc.

¿Dónde está ahora la RSC de ese banco o caja de ahorros? ¿Quién es responsable de las inversiones e hipotecas que se aconsejaron?

Ahora se nos habla de la confianza de los mercados. Tenemos que conseguir que unas personas que no conocemos confíen en nuestra economía. Al mismo tiempo, las agencias de calificación deciden que España (o Grecia, Irlanda …) no es lo suficientemente solvente para inver tir, baja la bolsa, los seguidores de estas agencias compran baratísimo, las agencias dicen que la cosa va mejor, sube la bolsa, los que habían comprado barato venden y así siguen jugando con una ciudadanía que no entiende nada.

Muchos jóvenes creyeron más rentable trabajar de camareros o albañiles que seguir formándose. ¡Y lo era! ¿Qué hacemos ahora con esos jóvenes desempleados y sin ninguna formación? De la abundancia y vivir el presente han pasado directamente al vacío y la incertidumbre del futuro.

De sus impuestos salió el dinero con el que el gobierno rescató a la banca española, de su trabajo salieron las hipotecas y los coches y los viajes que hicieron, de sus aportaciones salieron las pensiones de los jubilados.

Ahora, tras aquella ilusión, hay que construir una economía real y tenemos a nuestros jóvenes en un comprensivo estado de desánimo.

¿No hay responsabilidad de los bancos? ¿Quién tomó las decisiones sobre las hipotecas imposibles de pagar? ¿Quién encargaba a los publicistas los eslóganes e imágenes sobre la vivienda de nuestros sueños? ¿Y la RSC de la banca?

Esperemos que el nuevo modelo, que ya se está construyendo, lo sea partiendo del respeto a las personas de cualquier edad y de cualquier lugar del mundo; que la naturaleza tenga un respiro y pueda empezar a regenerase; que los gobernantes responsables legislen pensando en los ciudadanos; que gestionen unos estados que protejan el medio ambiente y se frene el Cambio Climático; que garanticen un futuro digo y saludable a las siguientes generaciones.

Los consumidores, en un mundo más austero y más sensato, nos encargaremos de mantener en los mercados a las empresas más sostenibles, más éticas y responsables.