OPINIÓN

¡Es la RSC, estúpido!

Juan Pedro Galiano,

subdirector de Reputación y Comunicación Interna de Adif

Juan Pedro Galiano

“El revólver se hallaba dentro del coche y una nota de suicidio fue encontrada en el auto de su mujer. La nota de suicidio estaba escrita a mano y dirigida a su esposa Carol, aunque sin firma. En dicha carta le expresa su desesperación sobre la dirección que había tomado su vida”. (http://es.wikipedia.org/wiki/Enron)

Hagamos un poco de memoria. El 21 de enero de 2002, pocos meses después de la caída de Enron, Rosa Townsend publicaba un artículo titulado “¡Es la confianza, estúpido!”, parafraseando a James Carville, asesor de Bill Clinton, quien formuló la expresión “¡Es la economía, estúpido!” en el año 1992, en plena campaña electoral, cuando los contrincantes políticos querían centrar el debate en cuestiones de política exterior alejadas de los problemas cotidianos de la economía que afectaban a los ciudadanos.

En ese artículo, que llamaba la atención sobre la confianza como elemento clave del problema, Townsend analizaba la situación creada tras la quiebra de la multinacional debido a un gran fraude contable y cómo ello generó una pérdida de confianza de los inversores en un sistema que había “fallado de principio a fin”. Ahora ya sabemos lo que ocurrió con Enron y con la empresa que auditaba y avalaba sus cuentas, Arthur Andersen, que intentó sin éxito recuperar su credibilidad.

Pero también sabemos que se aprendió muy poco de aquel “fallo” del sistema, a pesar de que fue el principal motivo de que se reforzarán en EEUU las medidas de control para evitar fraudes por parte de las grandes empresas cotizadas (Ley Sarbanes Oxley). Poco después de Enron se destapó un caso similar (WorldCom), y unos años después, en 2007, nos encontramos sin esperarlo con que la codicia, el fraude, la sensación de impunidad y un entorno de creencias donde lo inmoral se convierte en lo normal (entre otras muchas cosas), nos arrastró a una profunda y larga crisis económica que aún sufrimos, sobre todo las capas sociales más vulnerables, que han visto cómo la brecha que les separa de los ricos ha aumentado.

Si el artículo “¡Es la confianza, estúpido!” apuntaba como he dicho a la pérdida de confianza de los inversores en el sistema debido a la irresponsabilidad y la negligencia de directivos y supervisores, la crisis económica actual, desencadenada y agudizada fundamentalmente por la irresponsabilidad de algunos líderes de empresas e instituciones, lo que ha provocado es una crisis de confianza de ciudadanos y consumidores en las instituciones y en las grandes empresas. Una crisis de confianza sin precedentes que es, al mismo tiempo, efecto de la crisis económica y una de las causas de que los problemas económicos persistan. Una crisis que crece cada vez que asistimos a nuevos casos de corrupción, fraude, falta de transparencia, incumplimiento de normas y compromisos, y otras formas de irresponsabilidad.

El barómetro global de confianza de la consultora Edelman (Edelman Trust Barometer 2014) pone de manifiesto una disminución de la confianza de los ciudadanos en las empresas, especialmente en las grandes empresas y en las empresas públicas. En España, además, esta confianza es significativamente menor que en el conjunto de Europa o el resto del mundo.

El título de esta pequeña reflexión viene a reivindicar la importancia de la RSC como elemento clave para entender y resolver los problemas que tenemos. Clave en varios sentidos:
- es la vía fundamental para recuperar y fortalecer la confianza (en las instituciones, en las empresas y en los líderes).
- es por la tanto clave para alcanzar los objetivos económicos que nos marquemos (solvencia, rentabilidad, crecimiento, creación de empleo…), dado que la economía, ya sea de una región, un país, o una empresa, no puede funcionar bien sin una base de confianza (muchos economistas, como el premio Nobel Joseph Stiglitz, comparten esta idea).
- es una condición sine qua non para no repetir los mismos errores que nos llevaron a la crisis actual.

El problema en 2007 fue la irresponsabilidad y la falta de ética a diferentes niveles, y lo sigue siendo actualmente. Por eso la solución pasa por la responsabilidad y la ética para recuperar la confianza y salir de la crisis con un modelo más sólido y más justo.