OPINIÓN

Comercio Justo, el comercio que cuida de las personas

Mercedes García de Vinuesa,

presidenta de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo

Mercedes García de Vinuesa

Desde su comienzo en España y de manera progresiva, el Comercio Justo se ha ido consolidando entre la ciudadanía y, en los últimos años, también en las empresas como una herramienta dentro de su estrategia de Responsabilidad Social, respondiendo, de manera principal, al interés creciente de los consumidores por nuestros productos.

Los datos así lo demuestran. En 2013, la facturación del sector en nuestro país fue de 31,1 millones de euros, un 10% más que el año anterior. Desde que contamos con datos –en el año 2000–, el Comercio Justo no ha parado de crecer. Y particularmente desde el 2008 lo ha hecho de la mano de las empresas. En concreto en el último año, el 70% de su consumo se produjo en hostelería y en
grandes superficies.

Sin embargo, pese al crecimiento falta mucho por hacer. Estamos muy lejos de los volúmenes de venta en Europa, donde el consumo es unas quince veces mayor. Significa tivo también es el gasto medio en productos de Comercio Justo por habitante y año. Con 0,70 euros de media, estamos entre los últimos de Europa solo por delante de Letonia, Lituania y la República Checa.

¿Cuáles son las causas que explicarían esta distancia? Son varios factores los que pueden influir. Sin duda, por un lado está el retraso con el que el Comercio Justo llegó a España, unos 20 años después que en otros países europeos. Pero por otro lado está el nivel de conocimiento por parte de la ciudadanía que todavía es relativamente superficial –la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas de este año recoge que el 28% de los españoles no conoce qué es el Comercio Justo–. Por ello, para que esta alternativa de consumo se consolide, es clave poner el acento en comunicar los beneficios que el Comercio Justo aporta no solo a las comunidades productoras, sino también a
nuestra sociedad.

Somos conscientes de que es, precisamente, gracias a los consumidores que de forma cada vez más contundente apoyan esta alternativa comercial, como podemos demostrar que se puede llevar a cabo de manera exitosa otro modelo económico basado en criterios éticos, estableciendo relaciones comerciales respetuosas y asegurando los derechos de las personas y la protección del medioambiente. Esta demostración indudablemente nos beneficiará a todos y a todas a corto, medio y largo plazo.

En este sentido hay motivos para el optimismo. Al igual que tras muchos años de campañas ha calado el discurso medioambiental –el citado informe del CIS concluye que más de la mitad de la población española compra habitualmente o algunas veces productos ecológicos– ¿por qué no iba a ocurrir lo mismo con el Comercio Justo que, además de proteger el entorno natural, garantiza los derechos humanos fundamentales? El hecho de la tardía incorporación de estos productos al mercado español, así como el bajo consumo por habitante nos ofrece, en su lectura positiva, un amplio margen de crecimiento, siguiendo la tendencia de los países de nuestro entorno.

Desde las organizaciones de Comercio Justo continuaremos trabajando en esta línea. Pero para lograr nuestro objetivo, además del compromiso ciudadano, es fundamental contar con el compromiso de las empresas que, de forma realmente responsable, contribuyan a un mundo más justo, sano y solidario. Entre todos, estamos seguros avanzaremos firmemente en ese objetivo.