OPINIÓN

Transparencia, un paso más en la evolución de la RSE

Teresa Millán,

directora de Asuntos Corporativos y RSC de Lilly España

Teresa Millán

En los últimos años hemos asistido a una proliferación de iniciativas relacionadas con las buenas prácticas en materia de gobierno corporativo, cuya intensidad se ha multiplicado a partir del inicio de la crisis financiera internacional, por el convencimiento generalizado de la importancia que tiene que las compañías sean gestionadas de manera transparente y responsable. La transparencia resulta esencial para la generación de valor en las empresas, la mejora de la eficiencia económica y el refuerzo de la confianza de los stakeholders, al tiempo que permite aumentar el grado de confianza generada en el diálogo de las compañías con sus grupos de interés.

En este sentido, dentro del sector farmacéutico, estamos asistiendo a un momento crucial por el paso que están dando las compañías pertenecientes a Farmaindustria, la patronal española, en cuanto al ejercicio de la transparencia se refiere. A partir de este año, todas ellas publicarán las interacciones con los profesionales e instituciones sanitarias. Esta medida, recogida en el Código de Buenas Prácticas de Farmaindustria que entró en vigor en 2014, transpone la normativa de la Federación Europea de Asociaciones de la Industria Farmacéutica (EFPIA en sus siglas en inglés), alineando el sistema español de autorregulación con el resto de sistemas existentes en Europa en materia de interrelación con profesionales y organizaciones sanitarias.

En línea con esta medida y con los compromisos que definen nuestra política de RSE, desde Lilly creemos firmemente en la necesidad de integrar la transparencia tanto en nuestros procesos de negocio como en el diálogo con nuestros grupos de interés. Por ello, para ofrecer una respuesta adecuada al requerimiento del Código de Buenas Prácticas de Farmaindustria, hemos adaptado nuestros procecidimientos y herramientas informáticas para poder recopilar y hacer pública toda la información sobre las transferencias de valor a profesionales sanitarios.

Si queremos cambiar la percepción negativa que en ciertas ocasiones se han suscitado en torno a nuestro sector, debemos responder a las inquietudes que puedan surgir desde la sociedad con total transparencia. En nuestra compañía hemos trabajado desde siempre bajo esta premisa, con la creencia de que cuanto más transparentes fueran nuestra información y nuestros procesos, menor grado de incertidumbre se podría generar. Y es que no se puede obviar la realidad de que los próximos años van a estar marcados por la transparencia en la comunicación de todos los aspectos relacionados con la RSE y el gobierno corporativo.

Precisamente, este mismo año termina el plazo para integrar en las legislaciones de los países de la Unión Europea la Ley sobre Reporte de Sostenibilidad. De acuerdo con ella, las compañías tendrán que publicar la información sobre sus políticas, riesgos y resultados relacionados con asuntos ambientales, sociales y de los empleados, los derechos humanos, la lucha contra la corrupción y el soborno, y la diversidad en sus órganos de gestión y de supervisión.

Parece claro, por tanto, que la RSE ha emprendido un camino hacia la transparencia que ya no tendrá vuelta atrás. Un camino que sin duda debe estar circunscrito por los más altos estándares éticos y por una visión de la responsabilidad social empresarial que se apoye en los valores de integridad, excelencia y respeto por las personas. Esta es la senda que Lilly ha elegido para contribuir a la mejora de la salud en todo el mundo.

De este modo, aunque hemos desarrollado ya políticas y mecanismos para lograrlo de una manera ética y responsable, somos conscientes de que todavía podemos mejorar. Pero no queremos hacerlo solos, sino de la mano de nuestros grupos de interés, reforzando cada día los canales de diálogo establecidos con ellos, a fin de alcanzar niveles de transparencia que satisfagan las demandas que en este sentido se elevan desde la sociedad.

No debemos olvidar que son las personas quienes marcan el ritmo la evolución de la RSE y que, en último término, son esas mismas personas para las que trabajamos en la mejora de su bienestar. Si se pierde esta referencia y si las compañías no integran totalmente la transparencia en su ADN, difícilmente serán capaces de generar valor tanto para sí mismas como para la sociedad.