ENTREVISTA

“No me imagino trabajar sin personas con discapacidad a mi alrededor”


Carmen Cafranga Castany,

presidenta de Fundación Carmen Pardo-Valcarce

Carmen Cafranga Castany 13/02/2014

Impresionada por la lepra, Carmen Pardo-Valcarce creó en 1948 el Patronato del Niño Jesús del Remedio para ayudar a criar y educar a los hijos sanos de los enfermos de lepra. Un trabajo del que después se ocupó su hija y, posteriormente, su nieta, Carmen Cafranga Castany recogió el testigo con la creación en memoria de su abuela de la Fundación Carmen Pardo-Valcarce. En esta nueva etapa el foco de la Fundación se centra en la integración sociolaboral de personas con discapacidad intelectual.

Su abuela Carmen Pardo-Valcarce fue la precursora de lo que hoy en día es la Fundación. ¿Cómo ha evolucionado a lo largo de las últimas seis décadas?
En 1948 mi abuela visitó la leprosería de Trillo, en Guadalajara, y le impresionó mucho la enfermedad de la lepra. Les preguntó a los enfermos de qué forma les podía ayudar y le pidieron que se ocupara de sus hijos sanos. Entonces mi abuela se vino a Madrid, compró la finca donde hoy se ubica la Fundación Carmen Pardo-Valcarce y creó el Patronato del Niño Jesús del Remedio.

Y llega un momento en el que la lepra está erradicada en España…
Efectivamente, en 1988 la lucha contra la lepra ya no tenía sentido, y el Patronato decide cambiar sus fines. Por aquel entonces mi madre, Rosario Cavestany Pardo-Valcarce, ya era la presidenta y vimos que donde podíamos ayudar era en combatir el desarraigo escolar en los jóvenes con discapacidad. A partir de ahí creamos una escuela de formación profesional, posteriormente los talleres ocupacionales y finalmente empezamos a trabajar con los centros especiales de empleo. En definitiva, hemos ido respondiendo a las necesidades que se nos han ido planteando a lo largo de todos estos años.

¿Cómo se financia la labor que realiza la Fundación?
Igual que otras entidades, recibimos subvenciones de la Comunidad de Madrid. Además, tenemos una serie de unidades de negocio como el contrato de mantenimiento y limpieza de sacas y cajas que tenemos con Correos, la imprenta en la que realizamos trabajos de maquetación, impresión, manipulado y envío del material, el taller mecánico y de lavado de coches, la gestión y mantenimiento de La Quinta de la Muñoza, donde también organizamos bodas y eventos, o el Club de Pádel y Tenis Fuencarral, entre otros servicios. Todos los beneficios de estas unidades de negocio revierten en la Fundación y nunca se reparten beneficios.

¿A cuántas personas dan empleo todas estas unidades de negocio?
En los centros especiales de empleo tenemos 120 empleados con discapacidad. En total, entre la Fundación y las empresas asociadas, tenemos a más de 340 personas trabajando. La mayor parte de los chicos que tenemos aquí están contratados, ya sea a través de las empresas o de los centros especiales de empleo, y tienen su contrato, su sueldo y cotizan a la Seguridad Social como cualquier otro trabajador. Por otra parte hay unos 120 chicos que todavía no están contratados por la Fundación, pero tenemos un sistema interno mediante el cual les retribuimos en función de parámetros como su interés, la puntualidad, el trabajo que hacen, etc. Al final todos tienen un sueldo a final de mes estén o no contratados.

¿Cuáles son las principales barreras de las empresas a la hora de contratar a una persona con capacidades diferentes?
A menudo la empresa está deseando contratar a personas con capacidades diferentes, pero el hecho de no estar acostumbrada a tratar con ellas supone un freno o una barrera, pues a menudo no saben cómo tratar a la gente o cómo reaccionar ante una determinada situación. Por este motivo, en la Fundación Carmen Pardo-Valcarce hemos creado la figura del preparador laboral. Una persona que acude con los chicos a la empresa y les acompaña en su puesto de trabajo hasta que la persona se desenvuelve bien y hace su trabajo de forma correcta. Además, si surge algún problema, la empresa se puede poner en contacto con la Fundación en lugar de llamar a la familia.

¿Qué le diría a un responsable de Recursos Humanos de una empresa?
Tiene que pensar que las personas con capacidades diferentes, como muy bien les llaman, van a realizar en la empresa una labor que seguro que no se espera. Sin lugar a dudas desempeñará muy bien su trabajo, tan pronto como lo aprenda, y luego va a crear un ambiente de trabajo que une mucho, porque una persona de estas características inyecta alegría entre la gente que tiene a su alrededor y esa alegría se contagia y es muy positiva para cualquier empresa. Yo no me imagino trabajar sin alguien así a mi alrededor porque se trabaja de otra forma. Ahora que soy presidenta de la Fundación Especial Caja Madrid, cuando estoy en sus oficinas, sin ver a los chicos de la Fundación Carmen Pardo-Valcarce, los echo de menos.

¿Dependiendo del tipo de trabajo y del grado de discapacidad, todos pueden encajar en algún sitio…
No lo dudes, encajan en todos los sitios. Muchas veces es mayor el miedo, el hecho de no saber que existe la figura del preparador laboral, que es la persona que te puede hacer cómoda esa integración. La gente no sabe qué tipo de trabajos encargarles, no saben si les van a entender o no… Al principio es una muralla, pero cuando trabajan con ellos luego están encantados.

¿Qué opinión le merece la Ley de Integración Social del Minusválido?
Si la LISMI se cumpliera sería estupenda, lo malo es que no se cumple. La tragedia de la LISMI es que no pasa nada si la empresa no la cumple. ¿Imaginas lo que es un 2% de todos los trabajadores? Está muy bien. Además la ley también contempla que aquellas empresas que, por las características de su negocio, no pueden contratar a personas con discapacidad contraten servicios de centros especiales de empleo. Aun así estamos insertando laboralmente a personas sin parar y estamos encontrando trabajo a unos 50 jóvenes al año. Está muy bien.

¿Cree que ha cambiado la mentalidad de la sociedad en torno a las personas con discapacidad?
Ha cambiado mucho, pero todavía queda camino por recorrer. La verdad es que cuando la gente visita las instalaciones de la Fundación Carmen Pardo-Valcarce y sus diversas líneas de negocio cambia mucho la idea preconcebida que tenía porque ve que los diferentes productos realizados por personas con discapacidad tienen una buena calidad y están muy bien realizados. Por ejemplo, en Fundaland, una nueva línea de negocio especializada en la organización de fiestas para niños, las personas que acuden como invitados se quedan muy impresionadas con lo cuidado y bonito que está. Intentamos que todo esté siempre muy bien porque nos miran mucho más que al resto de las empresas.

¿Cuál cree que es el principal reto de la inserción sociolaboral de las personas con discapacidad?
El cambio de mentalidad de la sociedad. Aun así, la gente joven está mucho más acostumbrada. Muchos jóvenes han convivido con personas con síndrome de Down en el colegio y eso ha representado un cambio muy positivo. En mi época estaban encerrados en sus casas, pero ahora todo el mundo ha tenido un caso de síndrome de Down cerca. Este mayor conocimiento se une a que la gente es mucho más solidaria y está más comprometida. En los últimos años se ha producido un importante cambio de mentalidad. Todas las políticas que se han llevado a cabo, promovidas por los padres de las personas con discapacidad desde los años 70 hasta ahora han dado sus frutos.

CAMPVS: una apuesta por la formación superior de calidad de las personas con discapacidad intelectual


Las personas con discapacidad intelectual son uno de los colectivos que más barreras encuentra para su integración laboral, pero además la legislación actual no contempla para estas personas una formación superior reglada más allá de los 18 años. Si a estas circunstancias se le suman el contexto actual de desempleo provoca que las personas con discapacidad intelectual sean más vulnerables y vean considerablemente reducidas sus alternativas para acceder a un puesto de trabajo. Para hacer frente a esta realidad, la Fundación Carmen Pardo- Valcarce ha puesto en marcha CAMPVS, un proyecto educativo innovador que implementa nuevas fórmulas en el mundo formativo de la discapacidad siguiendo la tendencia importada de EEUU y Reino Unido de implicar a la empresa privada en el mundo de la educación superior.
CAMPVS contempla un programa de tres años: un primer curso de competencias personales, sociales y profesionales; un segundo año de especialización del perfil profesional y sector deseado; y un último curso de prácticas en empresas ordinarias y un proyecto de vida autónoma. Los alumnos de CAMPVS podrán especializarse en las disciplinas de hostelería y turismo, administración y gestión, o comercio y marketing.
Banco Popular, Fundación Vodafone España, LVMH Perfumes & Cosméticos, Fundación Mahou San Miguel y Aon son las entidades que apuestan por la formación cualificada de estos jóvenes, junto con el IE Business School que brinda la colaboración académica. Además, CAMPVS cuenta con la colaboración tecnológica de Fundación Accenture e IBM. Asimismo, las compañías Santalucía, Globalvia e Indra se han sumado también a la iniciativa brindando su apoyo.

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