ENTREVISTA

Vamos a la raíz del problema a través de la denuncia pública


Concha Martínez,

directora de Fundraising de Amnistía Internacional

Concha Martínez 08/03/2018

Presente en casi todos los países del mundo, Amnistía Internacional fue fundada en 1961 por el abogado británico Peter Benenson. Inspirado en el caso de unos estudiantes portugueses encarcelados por brindar por la libertad en su país, publicó el artículo “The Forgotten Prisoners” (Los presos olvidados) en el diario The Observer. En él instaba a personas de todo el mundo a actuar para conseguir la excarcelación de seis reclusos a los que denominó “presos de conciencia” y más de un millar de lectores respondieron a su llamada a la acción.

 

¿Cuál es la misión de Amnistía Internacional?

Amnistía es una organización internacional, no gubernamental y no lucrativa, que se financia gracias a las cuotas de los socios y socias y a los donativos de personas físicas. No es una organización al uso porque no tenemos proyectos en países con beneficiarios, no construimos escuelas ni alfabetizamos, aunque en algunos países como en Ghana o Burkina Faso tenemos proyectos enfocados a la educación en derechos humanos.

En España trabajamos sobre todo haciendo incidencia política para cambiar las leyes o aquellos aspectos que motivan las violaciones de derechos humanos. Es decir, vamos a la raíz del problema a través de denunciar públicamente, haciendo incidencia política, presionando para conseguir cambiar situaciones injustas bajo el prisma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y del derecho internacional.

 

¿Esta incidencia política es la que provoca que no recibáis subvenciones?

Desde su origen, Amnistía Internacional siempre ha tenido la independencia como uno de sus valores: el no depender de gobiernos para vivir. Hasta hace unos diez años, en España recibíamos fondos locales o autonómicos, nunca estatales, para financiar un programa de defensores de derechos humanos a través del cual traemos a España a una persona que está en peligro de ser asesinada en su país y Amnistía le presta todo el apoyo necesario durante un año. Pero hace ocho o diez años, en una asamblea, se tomó la decisión de eliminar cualquier ingreso procedente de una fuente de financiación pública. Hasta la fecha, las subvenciones públicas que recibíamos para este programa concreto suponían menos del 1% de nuestro presupuesto y tomamos la decisión de asumirlo con los fondos de los socios y socias.

 

Entonces deben tener una importante base de socios…

En España somos unos 85.000 socios y socias, más una cantidad de entre 2.000 y 3.000 donantes regulares, es decir, personas que realizan un donativo sin tener el compromiso de ser socias. Los socios y socias de Amnistía Internacional tienen una cuota media de 110 euros anuales.

 

¿Cómo es el perfil del socio?

Hablamos de perfil de asociada, puesto que desde hace años somos más mujeres que hombres, y la edad media se sitúa alrededor de los 50 años. Aunque nos pueda parecer que es una edad elevada está en la línea de la edad media que tienen los donantes en España, que según los últimos informes ronda los 48 años. En otros países, como en el Reino Unido, los donantes tienen una edad mucho más baja porque los jóvenes son más proclives a asociarse a organizaciones. En cambio, como la incorporación al mundo del trabajo en España se da más tarde y el hecho de asociarse a una organización depende un poco de la situación económica y laboral, la gente da el paso de ser socio más tarde. Otro factor que influye en tener una media de edad más elevada es que nuestra escala de valores es diferente a la de otros países europeos y en España apoyar a ONG es una decisión que se toma en un momento de madurez.

 

Además, cuentan con la figura de los voluntarios. ¿Cuál es su papel?

Tenemos grupos de activistas universitarios en diferentes universidades de España que a lo largo del año organizan charlas, salen a la calle a pedir firmas, se movilizan para hablar de las diferentes campañas que queremos tratar en determinados momentos del año…

 

Se dice que los millennials tienen unos valores solidarios más profundos. ¿Están notando un aumento de socios y de voluntarios entre las generaciones más jóvenes?

Objetivamente no estamos percibiendo que tengamos más voluntarios por este motivo. Es cierto que cada año vamos creciendo en número activistas, pero no son unos porcentajes abismales. Lo que sí que notamos es que hay un gap entre los jóvenes universitarios y los más mayores. En la franja de edad de entre 30 y 40 años los socios dejan de ser voluntarios proactivos porque dejan de tener tiempo y colaboran fundamentalmente a través de Internet, firmando ciberacciones, distribuyéndolas entre sus amigos. Es un tipo de activismo más online.

Y luego volvemos a tener como voluntarios mucha gente prejubilada, personas que tienen disponibilidad de tiempo porque el ser voluntario o voluntaria requiere tiempo de lectura de documentos, de preparación, de coordinación del grupo…

 

¿Qué labor desempeñan este tipo de voluntarios?

Hay voluntarios que, por ejemplo, llevan el equipo de países, se estudian toda la información de Amnistía Internacional sobre los países, en algunos momentos hacen alguna portavocía, ayudan a escribir cartas para embajadas, nos ayudan a mantener actualizadas las bases de datos… En definitiva, dan apoyo al personal técnico contratado.

 

¿Cuáles son las principales campañas en las que Amnistía Internacional está trabajando en la actualidad?

Una de las campañas en las que estamos trabajando con mayor intensidad es la de protección a los defensores y defensoras de derechos humanos. Se trata de personas de diferentes países que, por su labor de defensa de los derechos, son amenazadas de muerte, perseguidas o encarceladas. Nuestra campaña se llama “Valiente” y sobre todo tenemos muchos casos de América Central y América del Sur, pero también de otros países como Arabia Saudí, Turquía…
Y la otra campaña en la que estamos trabajando mucho en los últimos años es la de “Refugio”. En el año 2015 el Gobierno español se comprometió a acoger a 17.000 personas, pero a finales de septiembre de 2017, cuando se cumplía el plazo, apenas habían llegado a España 2.000 personas. En este sentido, trabajamos para denunciar este incumplimiento por parte del Estado.

 

¿En España tenemos problemas de derechos humanos?

Hemos trabajado, y estamos trabajando mucho, en el ámbito de la sanidad porque con un Decreto se dejó sin sanidad a 900.000 personas inmigrantes, al quitarles la tarjeta sanitaria. Además, también estamos muy involucrados en temas de vivienda y desahucios. Las violaciones de derechos humanos son diferentes, pero sí que las hay.

 

A nivel empresarial, Amnistía Internacional establece muy pocas alianzas con el sector privado. ¿Por qué?

Tenemos muy pocas alianzas porque, por nuestra labor de denuncia, para las empresas Amnistía Internacional no es un compañero de viaje atractivo para una alianza en el ámbito de la RSE o para una campaña de marketing con causa. En el pasado tuvimos un proyecto con Women Secret, así como con The Body Shop, cuando pertenecía a Anita Roddick. Si una empresa quisiera establecer una alianza con nosotros, en primer lugar, tendríamos que realizar el screening ético, a través del cual una consultora independiente analiza cualquier violación de derechos humanos o derechos laborales que pueda haber y valora el riesgo. Y, por otra parte, también analizamos que los valores de Amnistía Internacional sean compartidos con la empresa. Para Amnistía es muy importante el valor de nuestro nombre, de nuestra imparcialidad, neutralidad, el poder hacer campaña contra quien creamos necesario… y todo eso, al final, te cierra muchas puertas.

 

“Yo Acojo”

“I Welcome” es una campaña mundial de Amnistía Internacional para exigir que los Estados brinden a las personas refugiadas la protección que necesitan y garanticen que sus derechos humanos son respetados. En España la campaña se llama “Yo Acojo”.
La campaña pide un lugar seguro para que las personas que huyen de la guerra, el terror, la persecución y la violencia puedan rehacer sus vidas. No solo quienes han tenido que abandonar su hogar en países devastados por los conflictos en África y Oriente Medio. También en América, donde cada vez jóvenes, mujeres y personas gays, lesbianas y transgénero tienen que huir de las bandas, la delincuencia organizada, la violencia de género y los crímenes de odio. Actualmente hay más de 22,5 millones de personas refugiadas. Se trata de una crisis de envergadura mundial, pero no tanto por la enorme cifra, sino por el lugar donde se encuentran estas personas. El 84% de las personas refugiadas están en países de ingresos bajos y medios. Más de la mitad se concentra en tan solo diez países.

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