En el último informe publicado por la FAO, Estado sobre la inseguridad alimentaria 2012, la oficina para la Alimentación de las Naciones Unidas anunciaba una importante disminución, de más de 130 millones, en el número de personas que sufren malnutrición en el mundo. Aún así, la cifra de personas que todavía padecen hambre se acerca a los 850 millones de personas.
De hecho, recientemente la presidenta de Manos Unidas, Myriam García Abrisqueta, señaló que "en estos difíciles momentos es más necesario que nunca sumar esfuerzos porque las fronteras del hambre en el mundo se siguen escribiendo con trazos de muerte".
Y esos esfuerzos, son a los que apela Olivier de Schutter, Relator Especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación, en declaraciones recogidas en el informe “Agricultura, del problema a la solución”, de CIDSE, la Alianza de organizaciones católicas a la que pertenece Manos Unidas. "El derecho a la alimentación, por tanto, requiere que los Estados proporcionen un entorno propicio, en el que las personas puedan utilizar todo su potencial para producir u obtener alimentos adecuados para ellas mismas y para sus familias", afirma el representante de la ONU.